martes, 2 de agosto de 2016

La segunda Ley

4ª parte (continuación) La segunda Ley
El terreno en el que se encontraban no era la sabana africana donde se mueve un león a sus anchas, era una zona de humedales. Cristian conocía zonas donde el agua que brotaba del suelo hacia la tierra húmeda y suelta, una trampa natural donde había que tener gran cuidado. Pues un animal como los caballos podían hundirse con su carga o sus aperos. Alguna vez de niño había visto a los hombres luchar por alguna mula atrapada. Aquella seria la forma más eficaz de atrapar al león; llevarlo hasta una de estas trampas que la naturaleza tenía puestas en la planicie. No pesaba que fuese difícil, pues estos lugares se encontraban cercanos al manantial, y seguramente la fiera se abastecía allí de agua, ya que las presas que podía cazar con facilidad también iban allí a beber.
Había que vigilar la zona del manantial por si aparecía el  león, dispondría guardias para vigilar desde la ermita, enseñaría los lugares de tierras movedizas a los chicos, tampoco estaba de más señalizarlos de algún modo, no solo eran peligrosos para un caballo. Para una persona también.
Así iba Cristian pormenorizando su plan, intentando centrarse ya en los detalles, la parte más difícil, cuando de repente Carla atravesó la puerta del refugio, completamente desnuda, sola y terriblemente asustada, jadeando por el esfuerzo. Cristian se asustó mucho al verla así, creía que el león la había perseguido, se notaba que la carrera había sido épica, pero no parecía herida, o al menos no había sangre. Aunque antes de poder valorar más detalladamente Carla se le echó encima y empezó a llorar, abrazado con mucha fuerza y sollozando como una niña pequeña.
-¡Abuelo, abuelo!- apenas se la entendía entre sollozos, Cristian solo entendía abuelo.
-Está bien pequeña, tranquilízate, ahora estás conmigo, ya no hay peligro, tranquilízate Carla, serénate.- Cristian solo podía hablarle, estaba atrapado en un abrazo interminable, era como si Carla no le quisiera soltar nunca. ¿Qué le habría causado tal estado?, Cristian se sentía mal por su nieta. Creía que aquellas reacciones ya no se iban a dar con aquella intensidad.
Muchos niños y niñas las habían tenido al principio del nuevo mundo, cuando todavía no entendían que sus padres y su vida ya no iban a volver a ser lo mismo, pero apenas se daban ya, y no de aquella intensidad.
-Carla mi niña, puedo ayudarte si me cuentas de forma ordenada lo que ha pasado. Relájate, cálmate y háblame.- Él le acariciaba el cabello con ternura, ella necesitaba sentirse segura antes de soltarse de aquel abrazo. Cristian lo sabía y pacientemente le hablaba con dulzura y muy despacio.- Sea lo que sea, ya ha pasado, ahora estás segura.- Le repetía. Hasta que su  conjuro hizo efecto y la niña se fue poco a poco separando de su abuelo y remitiendo en su desconsolado llanto.
Cuando Carla consiguió serenarse, poco a poco y sentirse segura le contó a su abuelo lo que había sucedido, como había ocurrido todo, y cómo su amigo de repente la había atacado, y ella había huido, el miedo que había sentido y no entendía por qué se había producido una situación tan violenta cuando todo parecía ir bien.
Cristian escuchó con atención a su nieta, la rabia se iba apoderando de él, contado por Carla todo parecía apuntar a un abuso que no se podía permitir, en su cabeza tenia nombre aunque no lo pronunció, había sido un intento de violación. Era uno de los crímenes que más asco daban a Cristian, no pensaba que podría pasarles, él creía que todos los chiquillos y chiquillas se realizarían con sus tareas, escogidas por ellos mismos y se respetarían, aquello lo descolocaba, y el hecho de que fuera su nieta lo enfurecía aún más. Pero todavía no había pensado en ello, él solo veía niños a su alrededor, pero estaba claro que algunos no eran tan niños. Su ira iba en aumento, pero de pronto Carla dijo algo que le volvió a descolocar.
-Lo he dejado solo en el laboratorio, no podrá irse a casa si no le acompaña alguien. Abuelo habrá que enviar a por él, podría pasarle algo.
Era increíble que a pesar del miedo, ella se preocupaba por lo que le pudiera pasar, no estaba enfadada, se la veía confusa, pero no enojada. Al contar su historia, al verbalizarla parte de su miedo fue desapareciendo y su lógica volvía, solo quería entender lo que había pasado.
-Está bien, Ricky y yo iremos a por él- dijo Cristian, quería verle y cantarle las cuarenta, llamó a su nieto que estaba fabricando cachivaches fuera y se fueron en busca de Javi.
El abuelo contó a su nieto su versión de lo que a Carla le había ocurrido, una versión mucho más agresiva, con tintes de  malicia e ira disimulada, Ricky captó enseguida esto y se enfadó mucho,  deseaba dañar a Javi para vengar a Carla. Y el camino no era largo, pero fue suficiente para enojarlos a ambos muchísimo, dándole vueltas a lo que Carla había contado y lo que Cristian había entendido.
Cuando llegaron al laboratorio empezaron a vocear llamando a Javi, sus gritos no eran muy amigables, el tono de enfado se notaba, pero Javi no lo percibió.
Al abrir la puerta de un empujón entraron ambos con actitud desafiante, pero, aunque no sabían que encontrarían, no esperaban para nada lo que encontraron. Javi estaba en el suelo, hecho un ovillo, llorando desconsoladamente. Su tristeza era infinita, no se parecía para nada a la imagen del criminal violador que Cristian había fabricado en su mente, parecía un niño confundido y aterrado.
La actitud desafiante se cayó, no había nada que desafiar, habría que averiguar que le ocurría, porqué se encontraba en aquel estado, quizás la versión de Carla no fuera del todo exacta, antes no lo había siquiera valorado. Cristian se sentía ahora mal, había prejuzgado una situación que no había presenciado y se había dejado llevar por los sentimientos antes de averiguar la verdad, así empiezan los problemas. Sería mejor escuchar también a Javi.
Cristian hizo lo mismo con Javi que lo que había hecho con Carla, lo rodeó con sus brazos y le habló con dulzura, para que se serenase y pudiese contarle lo que había pasado.
Cuando este pudo hablar le contó a Cristian de sus sentimientos, de cuánto quería a Carla, de cómo la miraba siempre, que feliz se había sentido ante el hecho de que la dejase tocar, del beso de cómo se quitó la ropa de forma voluntaria delante de él, de sus sonrisas, de su aroma.  Y Luego todo se había estropeado, él no sabía por qué, ella lo rechazaba y él se sentía mal, y se había enfadado con ella por no entender sus sentimientos, por burlarse de él. Quiso retenerla para explicarle todo eso, pero ella se marchó, asustada y corrió, él la llamó, pero ella no quiso ni mirarle, ella ahora lo odiaba, y él no entendía porqué, qué había hecho tan mal para aterrorizarla, y sentía tanto que hubiera expuesto su vida así. Nunca creyó que se marcharía sola, estaba muy asustado por si le ocurría algo.
Cristian se encontraba en una situación que no sabía manejar, nunca antes había tocado estos temas, sus hijos si hablaron de esto alguna vez, no lo sabía, con él no fue. Cómo deseaba poder hablar ahora mismo con su mujer. Un chico enamorado y una chica que no sabe eso que es.  Y esto se iba a repetir en breve con muchos chicos y chicas más. Debía encontrar una solución, pero no sabía cuál, en su educación esto fue tabú, nunca  se tuvo que preocupar de estos temas, él cortejó a su mujer y se casó con ella, fin.

Llevaron a Javi a casa, por el camino Cristian intentaba idear alguna solución al conflicto, ya no estaba enfadado, estaba preocupado, Javi no era un mal chico, pero se había dejado llevar por algo tan primitivo como el instinto,  aquello era irremediable, era natural e iba a suceder tarde o temprano, pero no podía ser que se convirtieran en violadores, habría  que poner alguna norma. No quería coartar ninguna libertad, con las normas de seguridad por el león, ya tuvo el arranque de rebeldía de Sonia, y sería imposible  reprimir un instinto tan potente como lo era el sexual. Sabía que las normas estrictas no iban a valer, el intento por convertir lo natural en sucio solo había conseguido una sociedad de personas con las vidas hundidas por seguir sus sentimientos, en especial las mujeres. Él no quería repetir aquellos convencionalismos absurdos, a lo largo de su vida había visto como todas aquellas cosas se habían ido relativizando, y normalizando, las madres solteras lo podían ser por elección, y se aceptaba, el divorcio y las segundas nupcias o terceras, estaban a la orden del día, y las parejas no debían pasar por el sacramento sagrado para estar juntas, como cuando él fue joven que todo estaba mal y era pecado.  Incluso los homosexuales habían logrado grandes cosas, cuando él era pequeño se les consideraba enfermos o delincuentes, e incluso podían ir a la cárcel. Y en los últimos años  se podían hasta casar; ¿y qué mal hacían con casarse? ¿Por qué estigmatizar el amor? No, él no quería demonizar el amor.
Nunca pudo entender por qué el sexo era obsceno y las armas bellas. Por qué una mujer que ofrecía el calor de su cuerpo era despreciada y maltratada socialmente, mientras que un arma fría que prometía muerte y tristeza era valorada y ensalzada, hasta ser venerada en museos y exposiciones carísimas. Nunca lo entendió, y no quería que aquello se volviera a repetir.

Cuando llegaron a casa, Javi y Carla se miraron y ambos bajaron la cabeza enseguida, ambos se sentían avergonzados de lo que había ocurrido. Ambos creían que habían obrado mal con el otro, Carla pensaba que había abandonado a Javi a su suerte allí, en su miedo sin sentido, se había dejado dominar, y Javi creía que había dañado a Carla en su impulsividad por estar con ella,  su prepotencia al verse solos,  e intentar aprovechar aquella ventaja, en vez de escucharla.
Cristian les dijo a ambos que pidieran disculpas al otro por lo que creían que habían hecho mal, de esa forma iniciarían una conversación y podrían avanzar en aquella relación, que había quedado tocada aquella tarde.
El abuelo Cristian tenía que llevar aquella situación a la asamblea, debía sentar las bases de una sexualidad sana entre los adolescente que allí tenia, prohibir no era ninguna solución, simplemente no funcionara, debía obtener un compromiso de ellos, que fuera algo consensuado y algo en lo que de verdad creyeran.
Ellos creían en la Ley, aunque solo había una, no usar nunca armas de fuego, y siempre la habían cumplido, pues creían en su peligro y las consecuencias. Debería hacer una nueva Ley.
Javi y Carla anduvieron algo distanciados en los días posteriores a su conflicto, preferían evitarse, pero aquella noche había asamblea, Cristian había esperado unos días para convocarla, mientras había pedido a Carla y a Javi que no hablaran mucho de aquel tema, y a ellos no les constó complacerle, pues no se sentían muy orgullosos.   Aunque debían participar en la asamblea de aquella noche. Debían contar lo que les había ocurrido en el laboratorio y todo lo que había ocurrido después. Los niños entendían mejor las cosas concretas que las abstracciones, divagaciones o futuribles. Su experiencia fue real, ocurrió de verdad y luego hubo unas consecuencias, y sobre eso se iba a proponer una Ley a la comunidad, que tenía que aprobarla, no por mayoría, sino por convicción, porque creía de verdad en ella como algo bueno y útil. Y respetarla, no por miedo a un castigo, sino porque es lo que está bien.


Cristian quería hacer entender a todos los niños  y niñas que sus cuerpos eran templos sagrados donde habitaban sus espíritus, su esencia, y que debían ser respetados por los demás y por ellos mismos. Que no había nada de malo en dar y recibir caricias y besos, y amor en general, pero siempre que fuera deseado por ellos. No se podía obligar a otra persona a querer ser tocada y que se debía estar seguro de que los demás querían recibir aquellas muestras de afecto. Pues obligar a alguien a que te quiera solo consigue el efecto contrario y crea sentimientos negativos que pueden llevar a conflictos más graves, y eso no sería bueno para nadie en la comunidad; y puso el ejemplo de Javi y Carla, contado por ellos mismos y a quien todos habían visto los últimos días evitarse y esquivarse, aunque no sabían por qué, cuando antes habían sido tan buenos compañeros. Y entonces, él esperaba que lo entendieran. También hizo hablar a Ricky, para que explicase como se sintió cuando Carla contó su historia, y como  quería dañar a Javi, pues estaba muy enfadado con él. Para que vieran que el conflicto iba más allá de las dos personas afectadas.
Necesitaba que todos comprendieran la importancia de respetarse unos a otros, pero no demonizar el sexo como le hicieron a él.  Quería una sociedad feliz, y a amenaza de infiernos en llamas no lo conseguiría, la experiencia se lo había demostrado a lo largo de su vida, y de la propia historia.
Y así, después de muchas, muchas, muchas preguntas de los chavales y las chavalas, que sentían autentica fascinación por el tema, del cual conocían solo los datos técnicos anatómicos y asépticos de la escuela, y que no les servían de mucho ante las reacciones que sentían en sus cuerpos cambiantes,  a las que Cristian respondió como pudo, con una única base, nada está mal, excepto obligar a la otra persona, porque le daña el espíritu, la asamblea terminó  Dictándose la segunda Ley.
1ª Ley: Las armas de fuego causan peores problemas de los que podrían resolver.

2ª Ley: Obligar a otra persona a hacer algo que no quiere es un abuso y trae más problemas de los que puede resolver.

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