jueves, 22 de mayo de 2014

El diario de las locuras de la casa de al lado.

Los  Tam-Tam de guerra.


Hola a todos, ha pasado mucho tiempo y he tenido otras prioridades, como ser mamá, que me ocupa el 99,9 % de mi tiempo y con lo que queda, pues, suelo dormir.
Había decidido cortar la saga de historias de los habitantes de la casa de al lado, no porque no haya cosas que contar, sino porque no quería darles una importancia que no quiero que tengan, y aunque ellos y sus quehaceres dan para un buen libro de “historias insólitas”. Yo quería creer en el mantra ese de peli que decía “¡No hay dolor, No hay dolor!” y, así, me desaparecía  la molestia, y dejaba de verles y escucharles.
Y casi lo consigo, casi lo consigo de verdad, pero este fin de semana ha dado un nuevo giro a lo increíble de sus formas y necesitaba soltar tensión, así que mi mejor amigo en estas situaciones es un boli y un papel, y el gran invento de Internet para haceros participar a todos los que queráis entreteneros un rato. Así que os cuento un nuevo episodio:

Mi niño mayor  ha cumplido años esta semana y celebramos la fiesta el fin de semana, algo sencillo y familiar, hicimos un arrocito y los niños jugaron mucho, nada especial, ni hinchables, ni payasos ni banda de música, una sencilla comida en casa.
Cuando ya sirviendo el café, mi madre que es una señora de genio corto, a la que quiero mucho dijo “¡Pero bueno!! ¿Qué están haciendo esos niños? ¡Pero que ruido!” a lo que la madrina del cumpleañero observándolos respondió “Me parece que no son los niños”. Justo en aquel momento, cuando puse atención a la cosa lo escuché, una serie de golpes y porrazos que provenían de los habitantes de la casa de al lado.
Tuve que poner atención, no porque los golpes no fueran contundentes y molestos, sino porque como son tan frecuentes los he eliminado automáticamente, y mi cerebro ya no los registra. Como cuando vivía al lado de la vía del tren, tampoco lo escuchaba pasar, aunque mis visitas sí, y les era  molesto, igual que los golpes y porrazos de los habitantes de la casa de al lado.
En fin, tranquilice a mi madre diciéndole que aquello era bastante frecuente y que no se preocupara demasiado.

Como yo no domino el leguaje del Tam Tam decidí que si querían decirme algo pues que vinieran y me hablasen, yo bien con el castellano y valenciano, y algo puedo en ingles, pero de tambores no sé aún, así que no supuse que fuera mensaje ninguno y pase del tema. Obviamos los golpes y seguimos con nuestra fiesta, al fin y al cabo como ya he dicho son “el pan nuestro de cada día”, tan normales que ni los oigo.

Solo invité a dos amiguitos de mi hijo y a las primas, y poco a poco la gente se fue marchando y la reunión fue decayendo, no así el acompañamiento de Tam Tam, en fin a falta de  música tenia tambores, no está mal.

Al final solo quedaban los chiquillos, que estaban jugando en la preciosa terraza de mi casa (casa que compre por esa terraza y ese espacio, precisamente para que mi hijo jugara feliz y seguro) cuando los tambores  de guerra pasaron a ser acompañados por gritos de guerra. Fue entonces, cuando empezaron los gritos, que comprendí que los Tam tam eran de guerra; pero decidí que si no traía una declaración clara y abierta a la puerta de mi casa tampoco iba yo a querer saber lo que a los habitantes de la casa de al lado les da por gritar. Creyendo tomar una sabia decisión.

No estaría aquí escribiendo todo este rollo si hubiera salido bien, como habréis supuesto mis inteligentes lectores, la ingenua idea de que ignorarlo todo seria suficiente no resultó.

¡NO! Nada más lejos de la realidad, cuando jugaban los niños, solos, fuera en la terraza, la “Loca” los increpó, a uno  de los amiguitos de mi hijo, y le  berreó desde su casa “¡Dile a tu amigo que mañana a las seis ya no dormirá más!!!”. El chiquito de 10 años se debió quedar flipando, y sin más nos transmitió la información. Era la provocación perfecta para ir y decirle cuatro cosas, pero le pedí al nene que no  hiciera caso y siguieran con su juego, y a mi marido lo mismo.  Que fuera más inteligente que ella y no entrara al trapo, y por una vez lo hizo. Porque ya llevamos juicios, tiempo, dinero y muchos nervios malgastados en estos seres, sin ningún resultado como veis. Así que no hicimos nada de nada, como si no la hubiéramos oído.
¿Qué creéis que ha pasado?
Pues que llevamos dos días escuchando trompazos a las seis de la mañana.
Algunos sabréis que a pesar de que me fugué del paritorio, volví al día siguiente y tuve a mi bebé, y ahora tiene 21 preciosos, deliciosos y cansadísimos meses. Llevo unos 21 meses sin dormir una noche entera, aunque el pequeñín nunca se levanta antes de las  ocho y media, y el pobre lleva ya dos días despierto desde las siete, con todos los horarios trastocados y bastante mal.
Hoy hemos llamado a los municipales para dar parte de lo que está  ocurriendo, y los tambores de guerra se han escuchado con intensidad durante todo el día, al menos todo el que yo llevo en casa. Ver a la policía no ha calmado los ánimos, más bien ha sido al revés.

Yo os agradezco sugerencias y posibles soluciones. Lo cierto es que no se ya que camino tomar. Son seres tan poco comunes, pero ¿que clase de gente increpa a un niño de diez años, con cincuenta tacos ya, que no es ni de la casa, en vez de hablar con el adulto adecuado? ¿Qué clase de persona prefiere  aporrear sus propias puertas y paredes antes que ir a hablar las cosas?
Por el sonido os aseguro que o las tiene picadas o tiene las manos hechas unos zorros, si intento hacer yo lo mismo me hago daño seguro.
Me he negado a entrar en esa casa desde siempre, los que seguís mis historietas ya lo habréis leído antes, pero estoy segura de que no queda ni una sola puerta que esté a plomo con su marco y su pared. Y los escalones de esa casa deben haberse soltado todos, porque es como si subieran o bajaran una manada de elefantes por ellos, cada día, unas mil veces. Igual por eso ha rebajado la casa en 50.000 €...

¿Soluciones? no vale decir: hablarse, ir a juicio, llamar a la policía, enviar a un abogado para que medie (el pobre hombre lo flipó), hacerles lo mismo (solo los divierte a ellos)… ¿Ideas?

Gracias a todos por aguantarme el rollo, sí, es una buena terapia y solo con contároslo me siento un poco mejor. Espero no tardar tanto en escribir otra vez, pero de un tema mejor. Aunque la vida con los habitantes de la casa de al lado ya os digo yo que aburrida, lo que se dice aburrida no es, y eso que ni nos hablamos, en un leguaje medianamente sofisticado al menos. ¡Jeje!

Hasta pronto.