sábado, 22 de octubre de 2011

El Diario de las locuras de la casa de al lado.

El diario de las locuras de la casa de al lado.
21/10/2011
El Águila Roja.

Tengo el diario un poco abandonado, porque como me he puesto a trabajar y ya no estoy tanto por casa, no se que locuras se cuecen en la casa de al lado.
 Hoy está lloviendo, es un típico día de esos otoñales, desapacible, húmedo y bastante fresco. Un día de esos en que las personas normales no solemos fregar el suelo, porque no se seca, ni limpiar las ventanas porque va a llover.
 Pero nada de eso va con la habitante Loca de la casa de al lado, que os pensáis que como ha llovido hoy no ha fregado la acera, ¡ja! Esta tarde ha medio salido el sol, y ¡zas! Fregonazo. Pero eso no es nada. Por lo menos hoy no se ha colgado de la ventana para limpiar las persianas.
 Eso me recuerda una conversación que me estuvo contando ayer mi marido. Salió por la tarde, como casi todos los días, hacia la academia, pues esta haciendo un curso, y se encontró con el vecino de enfrente.  Este señor es mayor que nosotros, vive con su mujer y yo apenas les conozco, pues salgo y entro y les saludo cuando los veo y poco más. Sé también que nada más llegar al vecindario tuvieron la bronca de bienvenida de la Loca.
 ¿A ver si sois capaces de adivinar el motivo de tal bronca? Seguro que sí. Por los puñeteros cubos de agua. La buena señora le pidió que los vertiese como todo el mundo en las rejillas del alcantarillado, y bueno…. Se lió parda, con los consecuentes “Yo hago lo que me da la gana, y nadie me dice lo que tengo que hacer”. Y en consecuencia tampoco se hablan, y desde entonces a la Loca le dio por llamar a este pobre señor, al señor ¿eh? Que no le dijo nada, el “Cirio” lo cual me parece un nombre cuanto menos curioso, aunque yo cuando mi marido dijo que había hablado con el Cirio pensé que era justamente el Cojo, porque si a alguien se le acopla ese apodo como anillo al dedo es al Cojo, tan flaco, tan lento y con esa cara de tristeza que no se puede aguantar. Pero no, se refería al pobre señor de enfrente, que fue muy amable con él ayer. Yo no lo voy a llamar Cirio, porque no me lo parece y no se lo merece, le llamaré el señor de enfrente.
   
 Reconduciendo, ayer, este señor, abordó a mi marido en la calle, porque el hombre estaba muy preocupado, pues habían llamado al timbre de su casa unos chicos. Mi marido tenía mucha prisa y no se podía parar, y así se lo dijo, así que el señor de enfrente lo acompañó, pues tenía mucho interés en contarle la historia de los tres chicos, que habían estado llamando a las puertas de las casitas del vecindario. Mi marido no sabía nada de aquello, porque la verdad, había parado poco por casa. Yo le expliqué que eran tres comerciales que querían vender alarmas, a nuestra casa también vinieron, y  aunque hablé con ellos no les abrí, era raro que fueran tres y yo estaba sola. Pero el señor de enfrente ni siquiera les contestó, y por consiguiente insistieron hasta bien entrada la noche.  En fin, que cuando acabó con la batallita de los vendedores de alarmas, le preguntó a mi marido como había acabado lo del Águila Roja, que supongo que sabréis que es una conocida y actual serie de televisión, que tengo que decir que no seguimos. Mi marido se quedó muy extrañado, pensando “A ver este hombre, que casi no conozco, me sigue con esta historia hasta la academia y ¿ahora me habla de televisión? ¿Qué querrá?”
 Pero no queriendo ser descortés le dijo que él no seguía la famosa serie, no podía decirle nada al respecto. El hombre se echó a reír, y aclaró –¡ No xiquet, no! Tú no me has entendido, el Águila Roja es la habitante adulta de la casa de al lado.-
-¿Cómo dice?- se extraño mi marido.  El señor de enfrente, riéndose aún de la confusión que causaba siguió diciendo - ¡Jajaja! Si, mi mujer la llama así.-
Mi marido seguía sin entender y preguntó - ¿por qué?
 - ¡Jajaja! Pues, porque como siempre va por los tejados y las alturas… -
 Y entonces si que soltó mi marido la carcajada, y yo cuando me lo contó. No se me habría ocurrido tal nombre, porque no veo la serie, pero la verdad es que es cierto. Esa mujer, la Loca, sale por las ventanas de las habitaciones, sobre el mirador del comedor, donde no hay barandillas ni nada, pues no está para eso, a limpiar las persianas. Y no le importa si llueve, o hay una tormenta, o caen chuzos de punta, y además cuando tiene las persianas limpias, friega el susodicho mirador, ¿para matarse? Sí, es para matarse.    
 Cuando no le da por limpiar las tejas, sí, sí, habéis leído bien, las tejas. Se sube descalza sobre las mismas con una manguera y las limpia. El otro día  que soplaba un viento bastante fuerte estaba, haciendo equilibrios sobre una escalera para limpiar los ventanales. Es increíble, hasta donde es capaz de llegar con la obsesión por la limpieza.
 Yo antes me asustaba cuando la veía en plan Águila Roja, pero ahora que ya sé que es mala hierba no me preocupa, pues ya sabéis el dicho ”Mala hierba nunca muere”
 Y la Loca, Águila Roja, lleva una estrella detrás, porque con todas las cosas peligrosas que hace, lo raro es que aún esté entera. Debe ser por la devoción que le dispensa a la Virgen. Pues, aunque se levanta por la mañana con la idea fija de cómo fastidiar al prójimo, luego se cuelga el anda de la Virgen al hombro cuando sale en procesión. Que lo vi yo el otro día, y casi me caigo de culo. Yo respeto todas las creencias, y aunque nunca me colgaría un anda al hombro, para distinguir el bien del mal me pongo en la piel del prójimo, y si a mi no me gustaría, no se lo hago a otro. La Loca Águila Roja se ve que lo entendió al revés el día que le explicaron el catecismo. Eso sí, debe ser suficiente con colocarse bajo un paso para tener protección, porque no será por su prudencia, eso seguro.
 De todos modos, aunque el señor de enfrente la llame Águila Roja y a mi me haya hecho reír, yo seguiré llamándola la Loca, porque a alguien que se pone descalza sobre el tejado para limpiar las tejas y friega la acera después de un chaparrón de los buenos, pinta unas puertas nuevas y echa cubos de agua a la calle aunque aún esté mojada de la lluvia, no le cabe otro nombre.
 Hasta la próxima entrega, ya no me da el tiempo para más.

martes, 18 de octubre de 2011

Fobia

                                        Fobia

“Corre, corre”-una voz en su cabeza repetía la advertencia a medida que iba oscureciéndose la tarde, la oscuridad era superior a ella, jamás permitía que se le hicieran las seis fuera de la relativa seguridad de su ático, en el centro de la ciudad.
 Aquella tarde su jefa le había pedido que le ayudase a repasar un caso, había unas irregularidades, no quería dejarse dominar por su fobia ni que nadie lo supiese, y no encontrando una salida airosa, calculó el tiempo y se quedó, cuanto se arrepentía de no haber puesto una excusa, ahora ya casi eran las ocho, el sol de despedía de ella, recordándole que tras su caída el mundo se transformaba en un lugar terrible y hostil a su presencia.
 La oscuridad estaba plagada de inexplicables sombras, parecidas a personas, pero que no lo eran. Todas querían su atención, tocarla, le gritaban. Eran horribles almas mutiladas, que quizás solo existían en su imaginación, pero que aparecían siempre, irremediablemente cada vez que la luz a sus ojos disminuía.
Sintiendo el impulso irrefrenable del miedo, su cerebro dejó de razonar y sus piernas comenzaros a correr, la gente la miraba extrañada de aquella  actitud, ella era consciente de ello, pero no podía dominar el pánico de ver el último rayo de sol desaparecer en el horizonte.
 En unos segundos las terribles formas, casi humanas pero sin un rostro distinguible, esas cosas se le echarían encima, y acabaría de nuevo en un terrible hospital, donde la medicarían y las cosas se multiplicarían.
 Veía su calle, el Sol se ponía, el portal estaba cerca, aunque parecía que nunca iba a llegar. Por fin entró a su edificio, subió en el ascensor, asegurándose que estaba vacío y llegó a su casa.
 Su corazón iba desbocado, sus piernas dejaron de sostener su peso, y sus manos temblaban como hojas en otoño. Se desplomó en su cómodo sillón hasta recuperar el control necesario para servirse una copa de bourbon, que le ayudaba a serenarse en casos como ese.
 El bourbon hizo su efecto, los nervios se templaron, no volvería a apurar tanto el tiempo.
 Sabía que aquello no era una forma saludable de vivir, se gastaba una fortuna en la factura de la luz, pero no sabía como afrontar el problema, los médicos la ponían peor, y todos los que sabían algo siempre le decían que su problema no existía. Pero, eran tan reales, eran tan reales, las cosas aterradoras y sin rostro, eran tan reales. Las veía y oía siempre con tal claridad. Y como podía llevar una vida tan normal durante el día, y estar tan loca. La lógica le decía que tenía una enfermedad, pero ella no se sentía enferma, ni loca, era perfectamente capaz de razonarlo todo. Pero era totalmente incapaz de soportar la oscuridad. Y si quizás, después de todo, aquellas cosas no eran solo su imaginación.

lunes, 10 de octubre de 2011

El diario de las locuras de la casa de al lado

El diario de las locuras de la casa de al lado

10/10/2011

Pintura, otra vez.



 Ahora tengo muy poquito tiempo para escribir, porque ya me he puesto a trabajar, y se nota. Pero, aún así, la casa de al lado no para de hacer sus peculiaridades, y aunque a partir de ahora ya no tengo tanto tiempo para verlas y contároslas, si que tienen la consideración de guardárselas para cuando llego a casa, y así no me las pierdo.

 De hecho hoy mismo, cuando he llegado de trabajar, que estaba yo sola en casa, nada más abrir la puerta he pensado que mi marido se había dejado la radio puesta, pues se oía tan perfectamente que parecía que la tenia dentro de casa, y tras llamarlo y comprobar que no había ningún aparato en funcionamiento por descuido o error, he llegado a la irremediable conclusión que semejante música y a semejante volumen solo podía provenir de un único lugar, la insólita y molesta casa de al lado.

 Ya os conté que las relaciones diplomáticas habían sido un fracaso, y que no lo volvería a intentar, que después del disgusto ya no tenía ninguna gana de vérmelas de nuevo con semejante elemento, y me estoy refiriendo a la Loca. Aún así, tanto el Florero como el Cojo, seguían recibiendo mi saludo, porque yo no soy proclive a englobar ni a etiquetar a las personas solo por la relación que tengan con otras personas, si la Loca estaba para atar, los otros no tenían el porque de ser metidos en el mismo saco. Y así nos mantuvimos, sin relacionarnos más allá del mero saludo, y si podía evitarse pues también, para que mentir. Cuanto menos ocasión, menor enfrentamiento.

 Y esto fue así hasta que llegó un triste día, en que llegué a casa y descubrí que me la habían pintado, si al menos hubiese estado bien, pues aún se lo hubiese agradecido, pero aquello era simplemente una marranada.

 En la parte trasera de la casa, donde están las terrazas, hay un penal que no distingue, o distinguía entre una casa y la siguiente, porque estaba pintado todo del mismo color, llevaba viviendo unos dos años, y tres veranos, lo cierto es que el penal de todas las casitas estaba algo deteriorado, pues el sol pega muy fuerte y siempre el exterior sufre más. Aún así, ninguna casita lo había vuelto a pintar todavía, pero un fantástico día de verano, al llegar a casa, me veo que estaba pintada de un color amarillo mucho más subido del color que tenía mi casa, pero a rodillazos, toda la parte de la casa que lindaba con la casa de al lado. La Loca y su afán de pintar,( tengo otra teoría : está loca, por la cantidad de pintura que lleva esnifando de tantas veces como pinta y repinta las paredes, puertas y tejas), sin desviarme, la Loca en su afán enfermizo, había pintado todo el penal, los tres pisos, pero la mujer no había tenido la delicadeza de dividir, ni las paredes medianeras ni de poner una cinta, o similar, que le indicase la línea recta que separa su casa de la mía, así pues, cuando yo llegué a mi casa aquel día,  toda la parte que linda con la casa de al lado estaba llena de rodillazos de pintura amarillo ocre, que no era el amarillo crema de mis paredes. Si se le hubiese ocurrido  el trivial detalle de usar la misma pintura, tampoco hubiese importado, porque no se hubiese notado, pero no, la Loca se cogió toda la frontera de las paredes medianeras, y se metió tanto en mi pared, como en la pared de los señores amables que viven en la casa de su  otro lado.

 No quería enfrentarme a ella, ya sabía como las gastaba, pero aquello era demasiado, tampoco se podía consentir, solo para que la “señora” no grite, que haga lo que le salga de las narices, y en su casa puede, pero en la mía no. 

 Como con ella estaba claro que no se podía hablar, esperamos a que el Florero estuviese en casa para decirle que aquello no era correcto, cuando lo vimos mi marido fue a su casa, y llamó al timbre, Salió para nuestra sorpresa la Loca, y él le dijo que aquello era una cochinada y que lo arreglase, que si quería pintar su casa pues estupendo, pero que la nuestra la dejase tranquila. Ella respondió - Bien, bien, mañana lo arreglo. – Todo por supuesto sin abrir la verja, desde la puerta de dentro, y acto seguido se dio la vuelta, dio un portazo, de esos que suele dar,  ya dentro de su casa oímos a la Nena que decía- ¿Qué quieren ahora?- y  su madre le respondió, bien fuerte para que lo oyéramos sin esfuerzo- “ ¡¡¡¡ Tocar-me la fiiiigaaaa!!!!” ¡¡¡¡ Y sabes que, que  una miiiiiieeerda para ellos!!! ¡¡No pienso arreglar una mierda, que se vayan a tomar por…..!!!!-  y otras cosas que no voy a reproducir porque es de muy mal gusto.

 Visto lo visto, y temiéndonos que aquello no sería arreglado tan sencillamente como debiera, aquella tarde mi marido cogió la cámara de fotos y se puso a hacerle fotos a la chapuza que nos había hecho desde la pared de la cocina hasta la buhardilla. Esperó a que estuviese un poco oscuro para trazar la línea con el láser  y que se distinguiese bien por donde no tenia que estar la pared pintada, por si acaso, aquello no se solucionaba por las buenas como parecía que iba a ocurrir, y había que llevarlo más allá de un acuerdo verbal entre vecinos. Como se iba oscureciendo el cielo, de repente la cámara de fotos empezó a disparar con flash, y ¡Ay Madre! ella que se dio cuenta de que estábamos haciendo fotos.

 Salieron a la terraza de la planta baja, la que da a la cochera, que es donde ellos hacen la vida, porque tienen un “chalet” de 500000€, pero viven en una cochera, todos, la Nena, el Florero, y la Loca, del Cojo no me acuerdo, creo que no estaba, los otros tres si, y la Loca empezó a increpar  a mi marido con sus dulces palabras- ¡A ver, que estarás haciendo, yo también se hacer fotos!-  Él le contestó que aquello tenía que arreglarlo, por las buenas o por las malas, como prefiriese, pero que esa chapuza no era tolerable. Ella siguió a lo suyo - ¡Chulo, flaco desgraciado, que ya te lo he dicho, tengo ahí la pintura! ¡Chulo, más que chulo! – Son sus dos insultos favoritos hacia mi marido, chulo y flaco desgraciado. Tiene otros más fuertes pero esos se los dice cuando no le puede responder. Como la estaba escuchando, y estaba muy enfadada por lo que había pasado unas semanas atrás, con lo del cumpleaños, me asomé también a la terraza, para que no creyese tampoco que estaba mi marido solo, y nada más asomar la cabeza yo, la Loca se giró hacia mí- ¡Mira, la Limpia! ¡A ver, si lo tenéis todo hecho una mierda! ¡Tanto follón por un poco de pintura!¡ Si, ya ves, que asco de casa!- me dijo, ya os he comentado en ocasiones anteriores que me llama cochina, supongo que ella esperaba que reaccionase como la vez anterior, intentando poner calma, pero yo no tenía nada que negociar, ni tenía nada que ganar con la calma, la última vez solo me sirvió para que la señora Loca creyese que era débil y me diera un gran disgusto, así que ni corta ni perezosa le solté - ¡No, aquí la única guarra que hay eres tú! ¡Porque no hay persona más cerda que la que quita la mierda de su casa y se la echa a los demás! ¡Porque mucho limpiar, mucho limpiar pero el polvo de tu mopa lo esparces en mi terraza, y los cubos del agua sucia delante de mi puerta! ¡¡¡Cerda, so Cerda!!!- Las  últimas palabras que le dije no sé si las escuchó, me imagino que sí, pero aún hablándole yo se metieron todos dentro con el consiguiente portazo. Lo de que le respondas así con un poco de vehemencia lo lleva fatal, en cuanto el tono empieza a elevarse, enseguida ahueca el ala, es así de valiente.
 La mayoría de las personas que me conocen bien, no se hacen la idea de cómo pude llegar a decirle tales cosas, puesto que algunos jamás me han visto ni levantar la voz, de hecho no es para nada mi estilo, pero esa mujer ha venido al mundo para que yo descubra que también tengo una parte perversa. Y consigue sacarme siempre lo peor, aunque ya lo voy superando gracias a la terapia literaria de mi querido Diario.        

 Mi marido y yo nos sentamos a cenar en la terraza, pues era verano y apetecía, y estando cenando la volvimos a oír, pues salió expresamente a hablar por teléfono a la terraza, eso sí debajo de la pérgola para que no la viésemos. Había llamado a la Guardia Civil, y estaba preguntando si podía poner una denuncia al vecino por hacerle fotos, decía algo así - Si, estaba yo en mi casa y este vecino ha empezado a hacerme fotos. ¡Ah sí! ¿¿Eso es delito? ¿Y lo puedo denunciar? Tengo que ir allí, en persona. Bien pues ahora iremos.-

 Así que al momentito, la Loca y el Florero salieron de casa, y se fueron.

 Al día siguiente, hablamos con el Florero y no nos quiso atender, nos dijo que lo iban a arreglar pero que nunca más tocásemos a su timbre para nada, y que no molestásemos más a su mujer. Pero así, con esas palabras, -¡No volváis a tocar el timbre y no volváis a hablarnos más!- Y ese fue el momento en que las ínfimas relaciones dialogadas que quedaban se rompieron del todo, y el susodicho Florero tampoco nos dirigió más la palabra.
 El caso es que lo arreglaron como habían dicho, y pintaron los rodillazos con pintura del mismo color que yo tenia, y ya no cantaba tanto. Además lo hicieron rápido. El día siguiente o el otro, no pasó nada de tiempo. Esto también es verdad, y lo digo igual.

 Pero, claro, el encontronazo ya se había producido, nos costó la relación cordial de otro miembro de la familia (el Florero) y la prohibición explícita de volver a llamar al timbre, y una denuncia en el cuartel. Que mi marido fue a aclarar, enseñó las fotografías y contó el caso, tal como había sido, y aquello también fue desestimado en los juzgados, muchos meses después.

 Hoy he oído por la radio que estaban pensando, algunas cabezas pensantes de estas de la política en poner también un copago en lo de los casos de los juzgados, porque por lo visto hay muchos juicios o burocracias un poco absurdas, como esto que os estoy contando, me imagino yo, donde pensar que molestamos a un Guardia Civil, dos veces, y luego a un funcionario del juzgado que tuvo que leer y pasar los papeles esos a un juez, y luego a un juez. Total por nada.

Y, no sé yo si estar de acuerdo, después de visto lo visto, estoy segura de que si por poner semejante ridiculez de denuncia la Loca esta hubiese tenido que desembolsar digamos  diez euros, no lo hubiese hecho, porque es una gilipollez. Si fuese grave, tampoco una cantidad simbólica como diez euros no parará a nadie. Aunque lo de los diez euros es cosa mía, no tengo ni idea de cómo lo harían, y supongo que lo harían mal como casi todo. Pero, al oírlo por la radio he pensado justo en este caso, en el que hubiese venido de perlas un sistema así.

Porque yo antes de conocer a la familia de la casa de al lado no sabía nada sobre denuncias ni juzgados, pero ahora sí, para que no digáis que no son didácticos los vecinos de la casa de al lado, ¿eh?. E ir  y poner una denuncia es totalmente gratis, y el  juicio de faltas también. Es muy barato hacerse la puñeta con esto, generar un montón de papeleo etc., es igual de barato como intentar suicidarse sin éxito. Aunque a la gran sociedad de los paganos, entre los que me incluyo, no les parece tan barato, no. Pero en fin este tema, es otra cosa, y requeriría un análisis muy distinto y no aquí. Y mi tiempo siempre es limitado, así que, hasta la próxima entrega.





domingo, 2 de octubre de 2011

El Diario de las locuras de la casa de al lado.

El diario de las locuras de la casa de al lado.
02/10/2011
Finaliza el proceso de paz.

 Os dije que seguiría contando por que estaba equivocada en mi anterior relato, y no he podido sentarme a cumplir mi palabra, porque el tiempo es un bien escaso del que no siempre tenemos todo el que queremos. Pero lo prometido es deuda y aquí estoy, hoy  Domingo para seguir con las historias insólitas pero ciertas de la casa de al lado.

 Después del follón que se montó por aparcar el coche delante de la casa de al lado, y a pesar de los gritos y los insultos, yo conseguí mantener la calma, muchos piensan que es muy difícil, y que tengo mucha paciencia, pero lo de mantener la calma en las situaciones conflictivas es para mi el pan nuestro de cada día, trabajo con chavales adolescentes, y si no hubiese dominado las técnicas de bajar los ánimos cuando todo se desmadra habría tenido más de una demanda, así que no es un mérito, entreno para ello cada día que voy a trabajar. Por eso, a pesar de lo complicado que se puso todo, y de lo difícil que parecía que no acabáramos en el cuartelillo, pude mantener una conversación, en la que llegué a quedar para hablar las cosas con más calma por parte de todos otro día.  Día que nunca llegó, porque cuando se pulsan ciertas teclas por más entrenamiento y sosiego que uno tenga pierde los papeles. Y como mi marido había dicho, ese día llegó y no tardó mucho.

 Después de la fiesta de cumpleaños, mis padres se fueron de viaje unos días, ellos tienen una perra que es muy viejita y le cuesta caminar, pero es un animal de lo más dulce que existe, y yo le tengo mucho cariño, la verdad es que ya no juega ni nada, aún así es una perra muy inteligente y no da ningún problema. Como mis padres se iban unos días y mi casa es grande, me pidieron que me la quedase conmigo esos días. Y como la quiero mucho y no da prácticamente trabajo, porque es como una alfombra, siempre está acostada, la acogí en mi casa, y la instalé en la terraza. Yo no tengo animales en casa porque no tengo tiempo para dedicarles, y no quiero hacerlos sufrir. También me molesta muchísimo encontrarme desperdicios de perros por la calle, así que cuando he tenido a la perra de mis padres y la he sacado a la calle, para hacer sus cosas, siempre he puesto mucho cuidado de no dejar nada por ahí.


 El animal salía a la puerta de casa y como es viejita y salía tres veces al día, cuando podíamos sacarla, delante de mi casa soltaba enseguida el pipí, acto seguido salía yo con un cubo de agua con un poco de lejía y lo echaba por encima, para que no oliese, siempre delante de mis puertas. Y los desperdicios más gordos, pues con una bolsita se recogen y al contenedor.  Cuesta muy poquito, pero muy poquito tener las calles limpias.
 El caso es que había pasado más o menos una semana desde el incidente del coche, y yo no había vuelto a saber de los habitantes de la casa de al lado, estábamos trabajando y la verdad es que salía pronto de casa y llegaba tarde, y mi marido trabajaba de noche y dormía de día, eso sí con tapones en los oídos, porque lo de la música no os creáis que se suavizó mucho. En fin, que era difícil encontrar a nadie. Pero el sábado siguiente, salía yo a comprar y por la acera me crucé con La Loca, a la que saludé con un “Buenos días” porque pensaba que habíamos llegado a un entendimiento tras el encontronazo. Cual fue mi sorpresa cuando me dijo - “Lo serán para ti”-  Aquella respuesta ya me puso de nuevo el estómago en un puño, estábamos en medio de la calle, y yo ya me veía de nuevo en un show de gritos e insultos. Decidí hacer caso omiso a la provocación y continué intentando salirme por la tangente (técnica aprendida en mi trabajo, supervivencia pura) - ¡Me voy al centro a comprar! ¡Ya nos veremos!- Idea de mi cabeza “escápate de aquí”. Pero La Loca siguió - ¿A ver que hacemos con las balsas?- preguntó, así con prepotencia. Y yo como no sabía a lo que se refería intenté aclararme - ¿Qué balsas? ¿A qué te refieres?-.  – Al perro ese que parece un elefante cuando mea, y huele muy mal. ¡Por que el olor de meados me sube a mi casa!- me aclaró ella, en la misma linea amenazante.
Ahora ya sabía por donde iba, y le dije que solo era por unos días y que lo limpiaba cada vez.  Y de repente vuelve con otra sin dejar ni que terminara de hablar - A todo esto y tu tía… a ver que tiene que decir de mi madre, ¡que mi madre ya ha faltado!- me soltó de sopetón, sin más ni menos.
 Aquello  ya me mosqueó más, porque mi tía no tenía nada que ver, ni había dicho nada de su madre, no venía a cuento de nada.  Aquel comentario si me puso un poco nerviosa y respondí. – Mi tía es una señora mayor, que tiene diabetes y un marcapasos, no tiene nada que decir ni de tu madre porque ya esta muerta, ni de ti, ni de mi, porque nada le incumbe en esta conversación, ni con los problemas que puedas tener conmigo o con la perra ¡o con lo que sea que te pase ahora!-   La Loca siguió como si no hubiese dicho yo nada - ¡Pues no voy a consentir que hable mal de mi madre, y ya me he enterado de donde vive! ¡Hoy mismo voy a ir a hablarle a ver que tiene ella que decir de mi madre!-  Aquello me puso a mil, ni calma, ni clases de entrenamiento, ni ostias, y le dije - ¡Tú no vas a hablar con mi tía, porque mi tía es una anciana enferma, y no se ha metido en nada, tú la has metido en tu retorcida cabeza, y te has montado una película, y yo ahora te ruego que lo dejes estar, pero si te metes con mi tía te aseguro que vas a tener problemas muy muy gordos! Y procura que no le pase nada, porque entonces no respondo.-
 Mientras yo iba subiendo el tono y el volumen, y le iba respondiendo ella iba yéndose hacía su casa, como huyendo, así que para terminar de hablar ya estaba gritando - ¡Deja en paz a los que no tienen  nada que ver! ¡¡¡Soluciona tus problemas conmigo y no con alguien que no se puede defender!!!-


 Ese día no fui a comprar, tal cual la dejé me encaré hacia el Ayuntamiento, donde se encuentra la Policía Local, logré mantener la compostura hasta que la Loca desapareció de mi vista, pero conforme avanzaba y mis nervios volvían a serenarse, no podía contener las lágrimas, así que cuando llegué a la comisaría estaba llorando como una Magdalena. Los agentes fueron amables y me intentaron calmar, y cuando lo conseguí les expuse el problema, estaba muy asustada de que esa mujer pudiese cumplir su amenaza y mi tía acabase en el hospital sin comerlo ni beberlo. Ellos me aconsejaron poner una denuncia en el cuartel de la guardia civil. 
 Cuando salí de la comisaría necesitaba serenarme, hablar con alguien y pensar con claridad, hubiese ido a hablar con mi madre pero estaba de viaje y no iba a llamarla para amargarle el día, mi marido estaba durmiendo, pues trabajaba de noche, como ya os comenté, así que llamé a mi hermano, que estaba de vacaciones, y le conté todo lo que había pasado. Me hizo una manzanilla y conseguí serenarme, él creía que todo era una patraña para sacarme de mis casillas y que no llegaría a más, aún así, le pedí que se acercase a casa de la tía, por si había jaleo mientras yo iba a poner una denuncia el cuartel. Y como me sentía muy mal al final desperté a mi marido, porque no me encontraba con ánimo de ir sola al cuartel.


  Fuimos al cuartel y pusimos una denuncia por amenazas, y luego yo me fui a hablar con mi pobre tía de lo que había pasado, por si se le ocurría a la Loca aparecer por allí que la mujer estuviese sobre aviso, y también le pedí que no le abriera la puerta, que me llamase a mí si aparecía, pero aquello era muy difícil de hacer para mi tía, porque no sabía que aspecto tenía esta mujer. De hecho no lo sabe, porque a quien conocía era a su madre, de cuando eran niñas, y estoy hablando de la época de la posguerra.
 Imaginaros como llega a funcionar la mente de la Loca. Ir a meterse con alguien, porque la vio un día que vino a mi casa y la reconoció, la Loca a mi tía, no al revés, y luego la metió en una discusión para sacar a alguien común en su defensa y después se le metió en la cabeza yo no sé qué, y quería ir a pedirle explicaciones de lo que a la Loca se le había pasado por la mente esa rara que tiene.
 Si alguien lo entiende, por favor, me lo explique. Este misterio es uno de los más gordos, así que detectives a investigar.
 Después de ir a hablar con mi tía, y cerca de donde esta vive, me volví a encontrar con la Loca, yo al principio, aunque no lo tomé a la ligera no creía que supiese donde vive mi tía, pero al verla tan cerca de su casa ya me temía que iba en su busca,( a saber de lo que es capaz), así que la volví a increpar pero esta vez ya ni saludos ni formas – ¿Se puede saber a dónde vas?- Le dije, siguiéndola, - ¡Pues mira, al cuartel, a poner una denuncia porque el olor del meado es insoportable!-  Ya me quedé yo más tranquila y le dije -¡Vale, que tengas suerte!- Vi que no giraba hacia donde vivía mi tía sino que cogía otra calle, así que mi alivio era doble, por su respuesta absurda y por su dirección, entonces al ver ella que ya no tenía yo interés en lo que hacía ni decía y me volvía en dirección contraria volvió a girarse y me gritó - ¡Y después a hablar con tu tía!- Y otra vez saltó el resorte y le tuve que contestar, porque no pensaba ya -¡Tú si tienes lo que hay que tener siquiera lo intentas!¡sabrás quien soy!-
 Ella se marchaba, no penséis que estábamos paradas, nunca está parada, siempre pone tierra de por medio cuando va a meter cizaña, ella retrocedía con prisa y yo la seguía mientras le hablaba, casi gritaba.
 Y al verla irse en dirección inofensiva, me volví en la otra dirección y de nuevo me metí una "jartá" de llorar, de la rabia que sentía, pero claro ella no me vio. Jamás le daría ese gusto, ni a ella ni a nadie.
 Aquello fue un error, lo de contestar a la provocación, era evidente que no sabia donde vivía mi tía, porque no tenía sentido que se pegase la panzá de andar hasta el cuartel primero y luego volviese adrede hasta allí, a hablar con mi tía, que solo estaba a unos pocos pasos, si hubiese sido esa la intención hubiese ido primero a casa de la anciana, y luego al cuartel, pero yo no pensaba con claridad, yo solo veía a mi tía con un patatús porque a la Loca aquella se le había metido a saber que idea rara en su cabeza de chorlito. Yo lo que quería es que cayese un rayo del cielo y le diese en todo el melón loco ese que tiene sobre los hombros, a ver si se le volvía normal. No podía razonar.
 Como podéis imaginar, ya nunca jamás he vuelto a saludarla, ni a intentar ningún acercamiento amistoso, aquella fue la última vez que hablamos de frente, y la ruptura definitiva de las negociaciones de paz. Desde aquel día el conflicto bélico era inevitable, y comenzó con la primera denuncia en el cuartel, la cual, tal y como tenemos la justicia en este país no prosperó, y fue desestimada, pero la Loca tampoco habló nunca con mi tía, y por ese lado, aparte del disgusto y la llorera que yo cogí  aquel día, no fue a más.
 Pero ya tiene que ser malvado y cobarde alguien, para ir a hacer daño a una tercera persona, además indefensa, y que no tiene nada que ver en el conflicto, solo para joder a otra, con la que no te atreves a hablar, porque esta sí que se podría defender.

 Salir de detrás de la verja cuando estamos mi marido y  yo a hablar como personas civilizadas, eso no, pero meterse con una anciana de más de setenta y pico años enferma de corazón y que ni siquiera te conoce, eso sí.

 Aquel día descubrimos que no solo eran un poco extraños,  quizás peligrosos, y con problemas mentales. Aquella experiencia nos llevó a la conclusión de que eran todo eso, y además perversos y cobardes. Al menos la Loca lo era.
 La predicción de mi marido se había cumplido, la paz, que yo creí haber logrado solo duró una semana, y me costó uno de los mayores disgustos que estas personas me han dado. Aunque no fue el último, pero por hoy ya es suficiente.
 No vemos en la próxima aventura.