Tercera
parte (nueva amenaza, continuación)
Pero ahora era preciso regresar y poner a
salvo la comunidad, era prioritario disponer unas mínimas medidas de seguridad
y recoger a la partida de caza,
completamente expuesta.
Hizo señal a David, el centinela, de que iban
hacia allí con él, la ermita parecía el lugar seguro más cercano y debían
recoger al chico que desde allí vigilaba, Era más seguro moverse en grupo que hacerle
venir solo. Y allí se dirigieron, con un nuevo sentimiento, el de haber pasado
de cazadores a presas.
Llegaron hasta la ermita sin problemas, allí
se refugiaron y se convocó una asamblea de urgencia. Ricky explicó sus
impresiones a sus compañeros, habló acerca de la posible bestia y pidió a los
que en ese momento estaban que recordaran si habían visitado Zoopark, y lo que
allí habían visto.
Había que pensar cómo proteger a la
comunidad, sobre todo a los más pequeños, la presa más fácil eran los niños
pequeños y los bebés. Ricky pensaba en Saúl, era un curioso muy travieso, se metía
en apuros enseguida, pero él lo quería mucho, él y Saúl eran lo único que
quedaba de su familia y su padre le encomendó la tarea de protegerle, y no la
olvidaba nunca.
El padre de Ricky había sido un hombre práctico, Ricky se
parecía a él en eso, su pensamiento era lógico y llevaba a soluciones
tangibles. Algo que se podía hacer para solucionar el problema. ¿Qué habría
hecho su padre? Llamar al 112, pero eso estaba descartado pues ya no existía.
¿Qué haría el 112? Coger un helicóptero, peinar el terreno y disparar un dardo
somnífero al bicho y devolverlo a su jaula.
Opciones reales, no había helicóptero, no había jaula donde devolver el
bicho. Pero quedaba disparar aunque no para dormirlo, para abatirlo. ¿Cazador o
presa? Mejor cazador. En su cabeza se iba urdiendo un plan que debía
pormenorizar. La noche había caído.
Dispuso los turnos de las guardias, cerraron las puertas, no se moverían sin
luz, y se prepararon para descansar, solo se habían llevado alimento para pasar
el día, así que aquella noche no habría cena.
Ricky dispuso su guardia con Carla, quería
hablar con ella, le había dicho que no le sucedía nada, pero él la encontraba
distinta, estaba seguro de que algo le ocurría.
La noche fue tranquila, la guardia de Ricky
con Carla era la tercera, en la mayor oscuridad, tenían un fuego disuasorio encendido,
y aquella era, junto con las estrellas y la luna, la única luz que tenían. Allí
juntos y alerta pasaron las horas de guardia conversando. Carlo y él se habían
criado casi como hermanos, mucho ratos juntos desde pequeños, habían sido muy
buenos amigos. Durante el último curso ella se había distanciado un poco, prefería
estar más con sus amigas que en casa de la abuela. Pero, en las últimas
semanas eran uña y carne. Ella era
inteligente y sabía dirigirse al grupo, para hablarles de las cosas que había
que hacer, era dulce en el trato, cercana a todos, siempre se le habían dado
bien los niños pequeños, él en cambio era más rudo, más práctico, de poco
rodeo, no tenía su tacto, pero sabía tomar decisiones rápido. Juntos formaban
un gran equipo, sin pretenderlo se habían convertido en los líderes de la
comunidad.
Ricky temía que Carla hubiera enfermado, pero
ella le explicó que no tenía ninguna enfermedad, y le habló de lo que le estaba
pasando. Ricky se tranquilizó por una parte y por otra le apenó que Carla
tuviera que sufrir aquello. Y se alegró también por ser un chico, no parecía
nada agradable lo que su prima le contó.
La noche terminó sin incidentes, el Sol emergió del mar, como cada mañana, y cuando
la luz baño todo lo que se veía, los
cazadores volvieron al poblado, debían comunicar lo acaecido y comenzar a
replantearse las medidas de seguridad. Hasta la fecha ninguna había.
Cuando Ricky y Carla llegaron a casa, Saúl los
recibió como siempre loco de alegría, el pequeño los adoraba a ambos y se lanzó
sobre su hermano gritándole con su lengua de trapo.
-¡Agh, agh! ¡Eón tete, eón!- chapurreaba el
pequeño
-Sí, ya lo veo Saúl, eres un león ¡Agh, agh!
¡Qué miedo!- Ricky le seguía el juego, a Saúl le gustaba representar a los
animales de sus cuentos.
-¡Eón gande! Tete IKI, eón ¡gaaande!-
-Jaja, quieres ser un león grande, pero si
solo eres un cachorrito-. Le dijo Carla, a su primito. Le gustaba mucho jugar
con él.
- ¡Hola chicos! ¿Qué os ha pasado?- Era
Cristian quien los preguntaba, acababa de llegar del huerto. ¡Ya iba a enviar
en vuestra busca! ¿Habréis cobrado buena pieza?- siguió diciéndoles. Bromeaba,
aunque no había pasado una noche tranquila sin ellos allí.
-¡Yayo! ¡Qué bueno que traigas melocotones,
estoy hambriento!.- Ricky se alegró de ver a su abuelo, sobretodo porque traía
comida.- Y, no, no hemos cobrado pieza alguna, nos la ha robado otro cazador,
algún animal fiero , no sé qué clase de
bicho será, pero es peligroso, el cerdo estaba desgarrado como si fuera de
papel, debemos tomar medidas de protección e intentar librarnos de la fiera,
podría causar graves daños si encuentra a los niños pequeños- así iba Ricky relatando
su aventura y sus impresiones a su abuelo, que le escuchaba con mucha atención,
pues también creía que el chico llevaba razón, era una seria amenaza.
-¡Eón, tete, eón!- Gritaba Saúl, haciéndose
notar en la conversación.
-Sí, Saúl es un león, anda déjame hablar con
el yayo, ve a rugir por ahí- Ricky no quería enfadarse con Saúl, pero le
estaban irritando las constantes interrupciones del pequeño.
-No te molestes con él, lleva todo el día con
eso, creo que tenía muchas ganas de decírtelo, ayer ya estaba así, pero como no
llegasteis no pudo decirlo-le reprendió su abuelo.
-Yayo, sé que tú lo prohibiste, pero creo que
debemos coger las armas de fuego y abatir a la fiera, es lo que harían los
equipos de salvamento, debemos protegernos- Dijo Ricky, llegando a la parte
delicada de la conversación.
-¡NO! No usaremos armas de fuego, son
demasiado peligrosas- Dijo tajante el Yayo.
-¿Y la fiera? ¿No lo es también?- Ricky
estaba casi gritando, el Yayo no estaba siendo racional, según su criterio. Su
abuelo era simplemente cabezón en aquel punto, pero él creía tener razón. Su
abuelo no había visto la carne desgarrada a dentelladas del cerdo, no entendía
la urgencia de tener que matarlo ¿y si fuese a por los niños? ¿Y si fuera a por
Saúl? Estaban completamente indefensos.
-Eón, Tete, eón gande, gande- Saúl era como
un disco rayado, no paraba de decir lo mismo.
-No usaremos armas de fuego, bajo ningún
concepto. Cconvocaré una asamblea y pensaremos que hacer- Así terminó la
conversación. Ricky no estaba de acuerdo, pero pensó que en asamblea podría
defender sus argumentos y ganar con su idea, al fin y al cabo, el yayo no había
propuesto otra mejor.
-¡Hola Carla! ¿Cómo fue la cacería?- Javi no había
ido a cazar, no le gustaba mucho, se había quedado en el poblado, él se sentía
más útil allí.
-Pues bastante mal-respondió ella, y le
explicó lo que había ocurrido y la discusión por las armas entre su abuelo y su
primo.
Carla no sabía decidir quien tendría razón y
no se metió, pero le afectaba verles enfrentados. Javi quiso animarla y la invitó a acompañarle al riachuelo, a
nadar un poco, hacía bastante calor, y sabía que a ella le gustaba muchísimo nadar.
Él quería quedase a solas con Carla, le gustaba su compañía y verla nadar le producía
una agradable sensación. Pero ella le dijo que no, que no sería muy prudente
alejarse del poblado con aquella fiera suelta. Prefería esperar a ver que se resolvía
en la asamblea. Javi se disgustó por aquella negativa, aunque entendía que ella
tenía razón, su idea era bastante peligrosa, dadas las circunstancias que
acababa de saber, se sintió tonto por haberla planteado, tenía tantas ganas de
estar con ella que ni siquiera lo pensó. Quedar como un estúpido era una de las
cosas que más rabia daban a Javi. Aun así, disimuló su malestar.
-Quizás sea mejor ir al laboratorio y
trabajar un poco con las hierbas, deberíamos preparar ungüentos o tinturas
que resolver heridas, y disponer
vendajes limpios. Ojalá no los usemos, pero si hacen falta mejor tenerlos a
punto. Voy a llamar a Sonia y algunas chicas más para trabajar en ello. Sonia
no solía trabajar con Carla, pero aquel día estaba en el poblado, y a Carla le apetecía
mucho charlar con su amiga. Necesitaba hablar con otras chicas.
-Claro Carla, qué gran idea, te ayudaré.-Javi
tendría que conformarse con compartir su
compañía mientras trabajaban. Sería mejor que nada, se resignó.
Llamaban laboratorio a la nave que
dispusieron para estudiar, realizar y guardar las medicinas. Era una parcela
con un terreno adosado donde Yayo Cristian había puesto todas las plantas que
había podido de las listas que Carla le había ido proporcionando. Tenía placa
solar, que proporcionaba la energía suficiente como para mantener un pequeño
refrigerador. También una cocina y un horno solar. Se iba equipando con
plantas, con botellas, con recipientes, con telas, con todo lo que Carla iba
pidiendo. También habían llevado algunas camillas del centro de salud. Y todas
las sábanas del mismo. Se iba pareciendo a un centro médico. Y lo llamaban
todos Laboratorio. Carla era la jefa del mismo, y allí trabajaban algunas chicas
normalmente, junto a ella, y a veces iban otras personas, el trabajo era de
libre elección. Por lo mismo Carla había sido cazadora el día anterior.
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