Relato.
Primera parte. Pandemia.
Cuando abrió los ojos se alegró mucho de seguir vivo. La enfermedad
se había ido y era consciente de que ya no se iba a morir por su causa. Sin embargo
aquella alegría pronto fue trasformada
en preocupación. Buscó con la mirada a su hermanito pequeño, tan sólo le tenía
a él para cuidarle y con apenas dos años, y sólo, no creía que pudiese
sobrevivir, no sabía cuánto tiempo había estado enfermo.
La habitación donde había estado dormido se veía limpia,
ordenada, pero su estómago hambriento le confirmaba que no había sido podo el
tiempo de su convalecencia.
¿Dónde estaría? ¿Estaría bien? Debía encontrarlo y
rápido. El pequeño no podía morir de enfermedad, pues los bebés eran inmunes a
ella, pero sin sus cuidados, sin alimento…Debía encontrarlo ¡¡¡YA!!!
Cuando se levantó de su cama el mundo decidió girar
locamente alrededor de su cabeza, su hermano era su prioridad inmediata, pero
necesitaba comer, sentía que no tenía
apenas fuerza para nada, tuvo que estar unos minutos sentado antes de que
aquella locura giratoria decidiera parar sus vueltas y todo volviese a su
estado natural de reposo. Se tomó aquel mareo monumental como una curiosa
bienvenida a un nuevo mundo en el que no sabía muy bien si le iba a gustar
mucho.
La primera cosa que hizo cuando pudo levantase
fue gritar, gritar con todas sus fuerzas el nombre de su pequeño hermano ¡Saúl!
¡Saúl! ¡Saúl!
Esperaba que apareciese con su chupete
gastado y sus andares de pato, riéndose y diciendo ¡Tete, Tete! Pero sabía que
era poco probable. Se levantó y le buscó, con sus pocas fuerzas siguió gritando
su nombre por aquella casa grande, fría y desordenada. Si mamá la pudiese ver,
como deseaba que la pudiese ver, oír su voz de nuevo, aunque fuese solo para gritarle
que ordenase su cuarto. Sabía que eso no iba a ocurrir, la enfermedad no perdonaba
a los adultos. Antes de que él mismo cayese enfermo quedaban ya muy pocos ¿cuánto
tiempo habría estado en el limbo de ese maldito virus?
-¡Saúl, pequeño! ¿Dónde estás? ¡Saúl!
Las barreras de las escaleras estaban
abiertas, aquella casa absurda era una trampa mortal para bebés, ojalá no se
hubiese caído. Bajó sin para de llamar
hasta la cocina, no esperaba encontrar comida, sin electricidad era muy difícil
conservarla, y se sorprendió gratamente al encontrar verduras frescas sobre el
banco de la cocina, agua que parecía bebible y una pequeña jeringuilla que parecía
la responsable de que él se hubiera recuperado.
Todo aquello no lo había hecho Saúl, alguien
le había ayudado, quizás tuviese a Saúl, ¿quién sería?
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