4ª parte. (conflictos)
Después de que Sonia, contraviniendo las normas, avistara al
león, la comunidad pareció tomar más en serio las advertencias, y Carla
especialmente.
Como si todo dependiera de sus remedios, se puso a trabajar
de forma intensa en averiguar cómo curar heridas, desinfectarlas y coserlas si
fuera necesario.
Envió a una pequeña expedición a traer todo lo que de curas
encontrasen aún en el hospital y en las farmacias. Y ella misma se dispuso a
hacer ungüentos y tinturas con lo que tenía y a estudiar más cosas. Tenía que
estar preparada.
Aquel día estuvo muy ocupada, caía ya la tarde y estaba cansada,
se notaba en ella que su esfuerzo le pasaba factura.
Javi llego con un cargamento de vendas y desinfectantes, agua oxigenada y
alcohol. Sus compañeros de expedición se
habían marchado, y Raquel, que ayudaba a Carla también, a ver que Javi se
quedaba con ella. Nadie debía salir solo fuera de los refugios.
Al verla notó su agotamiento.
-Creo que estás forzando tus límites, Carla- le dijo.
- Es necesario, hay que preparase, y ojalá no haya que
usarlo- contestó ella
-Pero ¿de qué servirá si tú enfermas?- le dijo él, no sin
razón
- No sé cómo relajarme, si pasara algo y ¡no pudiera ayudar!
Me preocupan mucho las posibles heridas de la fiera- admitió ella.
- Quizás yo te pueda ayudar, quizás necesitas tumbarte un
poco y dejar que te haga un masaje, que te quite tensión, no pensar durante un
rato, venga, ponte en la camilla y yo te daré el masaje, tus libros lo recomiendan-
le insistió Javi.
Ella lo hizo, se dejó caer en la camilla boca abajo, y Javi
se sintió volar. Siempre quería tocarla, siempre simulaba choques involuntarios
y pequeños roces, para notar su cuerpo. Tenía aquel cuerpo perfectamente
estudiado, sus senos pequeños, pero
desarrollados y firmes, de mujer y no de niña, su cintura estrecha y
abdomen plano, las piernas largas y musculadas, torneadas por largas caminatas
diarias, y carreras continuas, Carla era una excelente corredora, él no la
alcanzaría en una carrera, su silueta era delgada, pero no extremadamente como
muchas de las otras niñas, tenía su carne, la casa de Cristian era una de las
que mejor se comía. Le gustaba el color castaño de su cabello, ella se lo había
cortado muy corto, para que no le estorbara ni le diese calor, pero de todas
formas estaba hermosa, pues se destacaba aún más el óvalo de su cara, donde
relataban unos preciosos ojos verde mar, que le daban toda su personalidad,
ojos curiosos, expresivos, cuya mirada era intensa y cautivadora. Y sus labios encarnados como rosa, que siempre
parecían pedirle un beso. En general, su apariencia era de chiquilla frágil,
pero ella no era débil, era decidida y tenaz, muy cuidadosa de los detalles.
Para Javi era la perfección, y ahora iba a tocarla. Todo su cuerpo se
estremeció al verla recostarse en la camilla.
Carla se sentía exhausta, necesitaba relajarse, le dolía el
cuello y la espalda, había repasado sus
libros muchas horas había revisado y ordenado sus recursos, sí, le apetecía
recostarse y dejarse mimar un poco. Javi le caía muy bien y también sabia como
ella de anatomía y de músculos, habían estudiado juntos muchas mañanas, así que
se tumbó y dejó a Javi hacer.
Javi le puso un aceite que habían fabricado a base de
lavanda, comenzó por su cuello. Era largo y sensual, sus manos resbaladizas por
el aceite se deslizaban del cuello hacia los hombros, Carla se había quitado la
camiseta, su torso estaba completamente desnudo, no era difícil verlas así, casi
todas las niñas se desnudaban el torso para nadar o para no tener calor, igual
que los niños. El pudor por los senos, ni por nada, no existía.
La única prenda que Cristian puso obligatoria era una que
cubriese los genitales, para que no hubiese infecciones,pues así lo consideraba
él, pero no era obligatoria siempre, solo para estar en contacto con el suelo;
y ellos se sentaban mucho en tierra.
Pero una cosa era que Carla llevase el torso desnudo al
nadar, y otra muy distinta que él lo pudiese tocar.
Deslizó sus manos hacia los hombros, Carla sentía alivio en
aquella presión, Javi sentía un deseo intenso de seguir recorriendo aquel
cuerpo, repitió el movimiento varias veces, la tensión de los músculos de Carla
iba desapareciendo, la tensión de los músculos de Javi iba aumentando.
Javi bajó sus manos por la espalda de Carla, recorrió sus
vertebras, presionando donde se notaban tensos aun los músculos. Su piel era
suave, a pesar del calor la notaba fresca, él por su parte se sentía arder,
hizo varios movimientos sobre su espalda, hasta llegar a la zona de los
glúteos. Carla los tenia cubiertos por unas braguitas, prenda que era
obligatoria. Javi trabajaba su zona lumbar sin traspasar la parte de tela,
Carla estaba ya relajada, el masaje de Javi surtía su efecto, pero las
molestias de su espalda bajaban más que las manos de Javi, pensó que quizás la
ropa limitaba a su compañero en su trabajo, si levantó un momento y se quitó la
única prenda que le quedaba.
-No bajas suficiente para relajar los lumbares, así mejor para
ti, te parece- le dijo Carla.
-Excelente idea- le dijo Javi, verla desnuda disparó todo su
cuerpo, el corazón le latía deprisa, y la sangre se le amontonaba en su sexo,
su cuerpo estallaba de deseo. Ella volvió a su posición, él intentó proseguir
su labor, no pudo evitar darle un beso, como estaba boca abajo fue en la
mejilla. Carla se sentía a gusto, aunque ella no sentía lo mismo que Javi, ni
tampoco era consciente de lo que le estaba pasando a él. Aceptó el beso, como
si fuera de Saúl, de Ricky, un beso de afecto. No conocía de otra clase, Javi
tampoco, pero su intención no era el afecto.
Javi interpretó vía libre, bajo por el lumbar a las nalgas
desnudas, pero su presión no era de masaje ya, Carla empezó a sentirse
incómoda, no entendía aquellos tocamientos.
Javi bajó sus manos entre los muslos de Carla, ella no se
sentía relajada ya, aquellas caricias no la relajaban, no sabía lo que sentía, estaba
confusa, tampoco le desagradaban, Javi buscaba sus sexo entre las piernas, eso
no entraba en un masaje relajante, de repente ella gritó:
-¡¡¿Pero qué haces?!!
-Creí que te gustaría,
eres preciosa, me gusta estar contigo- Javi se sintió confundido, desconcertado.
No esperaba oposición . Ella había aceptado el beso y se había quitado la ropa
¿Qué le pasaba ahora?
- Creo que ya no me relaja este masaje, ya no quiero seguir,
mejor nos vamos a casa ya- ella le cortó, en realidad Carla no sabía muy bien
que hacer.
-¡Pero!, ¿por qué? Te quiero, quiero estar contigo, no te
hago daño- dijo él, su excitación se diluía y se trasformaba en enfado a medida
que iba comprendiendo que lo estaban
rechazando. Como su hermana le decía siempre.
-¡No! no quiero hacer esto, no ahora, no creo estar
preparada, ¡por favor! ¡Déjame marcharme!
Él no quería que se fuera, estaban solo, tenían que irse juntos,
en cierta forma tenía la sartén por el mango. No la dejaría ir.
Déjame que te toque, verás que no es malo, no quiero hacerte
daño, quiero que me quieras- él quemaba todos sus recursos, quería convencerla.
-Hoy no, quizás más
adelante, esto es algo que tengo que pensar, hoy no quiero…
Javi ya no escuchaba nada, solo oía no y se notaba encolerizar, su pasión iba transformándose en
rabia. Ella lo rechazaba, lo trataba mal
a pesar de todo, se burlaba de él.
Carla veía como la rabia se apoderaba de Javi y este iba
hacia ella, y sintió miedo, el miedo no piensa, reacciona, y eso fue lo que Carla hizo, escabullirse y correr,
Javi se lanzó hacia ella para agarrarla, fuera de sí, pretendía obligarla a
quererle allí y ahora, pero Carla era ágil, ágil y veloz, esquivó su ataque y
alcanzó la puerta, y contra toda lógica salió sola al exterior y corrió, corrió
como si la vida le fuera en ello. Sola, sola y desnuda a través de los campos.
Su refugio, su familia, era el único objetivo claro en su mente, alcanzar a su
abuelo y refugiarse en sus brazos tiernos. No miró hacia atrás, corrió a
sabiendas de que su velocidad era su defensa, él era más fuerte, pero ella más
rápida, no le daría ni un segundo de ventaja volviendo la cabeza hacia atrás,
por más que la llamara.
Si lo hubiera hecho habría visto que él no la seguía, Javi
cayó en el suelo al intentar abalanzarse sobre ella, como lo esquivó se golpeó
en la mano y se lastimó la muñeca y le dolía, al darse cuenta de que ella no
estaba y volverse la vio salir corriendo, le gritó que parase, que volviese,
pero ella no paró ni siquiera se volvió. Él no esperaba que ella se marchara,
siempre tenía miedo de ir sola, aun cuando ningún león amenazaba fuera. Pero él
la había asustado aún más que el león.