4ª parte (continuación) La
segunda Ley
El terreno en el que se
encontraban no era la sabana africana donde se mueve un león a sus anchas, era
una zona de humedales. Cristian conocía zonas donde el agua que brotaba del
suelo hacia la tierra húmeda y suelta, una trampa natural donde había que tener
gran cuidado. Pues un animal como los caballos podían hundirse con su carga o sus
aperos. Alguna vez de niño había visto a los hombres luchar por alguna mula
atrapada. Aquella seria la forma más eficaz de atrapar al león; llevarlo hasta
una de estas trampas que la naturaleza tenía puestas en la planicie. No pesaba
que fuese difícil, pues estos lugares se encontraban cercanos al manantial, y
seguramente la fiera se abastecía allí de agua, ya que las presas que podía
cazar con facilidad también iban allí a beber.
Había que vigilar la zona del
manantial por si aparecía el león,
dispondría guardias para vigilar desde la ermita, enseñaría los lugares de tierras
movedizas a los chicos, tampoco estaba de más señalizarlos de algún modo, no
solo eran peligrosos para un caballo. Para una persona también.
Así iba Cristian pormenorizando
su plan, intentando centrarse ya en los detalles, la parte más difícil, cuando
de repente Carla atravesó la puerta del refugio, completamente desnuda, sola y
terriblemente asustada, jadeando por el esfuerzo. Cristian se asustó mucho al
verla así, creía que el león la había perseguido, se notaba que la carrera
había sido épica, pero no parecía herida, o al menos no había sangre. Aunque
antes de poder valorar más detalladamente Carla se le echó encima y empezó a
llorar, abrazado con mucha fuerza y sollozando como una niña pequeña.
-¡Abuelo, abuelo!- apenas se la entendía
entre sollozos, Cristian solo entendía abuelo.
-Está bien pequeña,
tranquilízate, ahora estás conmigo, ya no hay peligro, tranquilízate Carla, serénate.-
Cristian solo podía hablarle, estaba atrapado en un abrazo interminable, era
como si Carla no le quisiera soltar nunca. ¿Qué le habría causado tal estado?,
Cristian se sentía mal por su nieta. Creía que aquellas reacciones ya no se
iban a dar con aquella intensidad.
Muchos niños y niñas las habían
tenido al principio del nuevo mundo, cuando todavía no entendían que sus padres
y su vida ya no iban a volver a ser lo mismo, pero apenas se daban ya, y no de
aquella intensidad.
-Carla mi niña, puedo ayudarte si
me cuentas de forma ordenada lo que ha pasado. Relájate, cálmate y háblame.- Él
le acariciaba el cabello con ternura, ella necesitaba sentirse segura antes de
soltarse de aquel abrazo. Cristian lo sabía y pacientemente le hablaba con
dulzura y muy despacio.- Sea lo que sea, ya ha pasado, ahora estás segura.- Le
repetía. Hasta que su conjuro hizo efecto
y la niña se fue poco a poco separando de su abuelo y remitiendo en su
desconsolado llanto.
Cuando Carla consiguió serenarse,
poco a poco y sentirse segura le contó a su abuelo lo que había sucedido, como
había ocurrido todo, y cómo su amigo de repente la había atacado, y ella había
huido, el miedo que había sentido y no entendía por qué se había producido una
situación tan violenta cuando todo parecía ir bien.
Cristian escuchó con atención a
su nieta, la rabia se iba apoderando de él, contado por Carla todo parecía
apuntar a un abuso que no se podía permitir, en su cabeza tenia nombre aunque
no lo pronunció, había sido un intento de violación. Era uno de los crímenes
que más asco daban a Cristian, no pensaba que podría pasarles, él creía que
todos los chiquillos y chiquillas se realizarían con sus tareas, escogidas por
ellos mismos y se respetarían, aquello lo descolocaba, y el hecho de que fuera
su nieta lo enfurecía aún más. Pero todavía no había pensado en ello, él solo
veía niños a su alrededor, pero estaba claro que algunos no eran tan niños. Su
ira iba en aumento, pero de pronto Carla dijo algo que le volvió a descolocar.
-Lo he dejado solo en el
laboratorio, no podrá irse a casa si no le acompaña alguien. Abuelo habrá que
enviar a por él, podría pasarle algo.
Era increíble que a pesar del
miedo, ella se preocupaba por lo que le pudiera pasar, no estaba enfadada, se
la veía confusa, pero no enojada. Al contar su historia, al verbalizarla parte
de su miedo fue desapareciendo y su lógica volvía, solo quería entender lo que
había pasado.
-Está bien, Ricky y yo iremos a
por él- dijo Cristian, quería verle y cantarle las cuarenta, llamó a su nieto
que estaba fabricando cachivaches fuera y se fueron en busca de Javi.
El abuelo contó a su nieto su
versión de lo que a Carla le había ocurrido, una versión mucho más agresiva,
con tintes de malicia e ira disimulada,
Ricky captó enseguida esto y se enfadó mucho,
deseaba dañar a Javi para vengar a Carla. Y el camino no era largo, pero
fue suficiente para enojarlos a ambos muchísimo, dándole vueltas a lo que Carla
había contado y lo que Cristian había entendido.
Cuando llegaron al laboratorio
empezaron a vocear llamando a Javi, sus gritos no eran muy amigables, el tono
de enfado se notaba, pero Javi no lo percibió.
Al abrir la puerta de un empujón
entraron ambos con actitud desafiante, pero, aunque no sabían que encontrarían,
no esperaban para nada lo que encontraron. Javi estaba en el suelo, hecho un
ovillo, llorando desconsoladamente. Su tristeza era infinita, no se parecía
para nada a la imagen del criminal violador que Cristian había fabricado en su
mente, parecía un niño confundido y aterrado.
La actitud desafiante se cayó, no
había nada que desafiar, habría que averiguar que le ocurría, porqué se
encontraba en aquel estado, quizás la versión de Carla no fuera del todo
exacta, antes no lo había siquiera valorado. Cristian se sentía ahora mal,
había prejuzgado una situación que no había presenciado y se había dejado
llevar por los sentimientos antes de averiguar la verdad, así empiezan los
problemas. Sería mejor escuchar también a Javi.
Cristian hizo lo mismo con Javi
que lo que había hecho con Carla, lo rodeó con sus brazos y le habló con
dulzura, para que se serenase y pudiese contarle lo que había pasado.
Cuando este pudo hablar le contó
a Cristian de sus sentimientos, de cuánto quería a Carla, de cómo la miraba
siempre, que feliz se había sentido ante el hecho de que la dejase tocar, del
beso de cómo se quitó la ropa de forma voluntaria delante de él, de sus
sonrisas, de su aroma. Y Luego todo se
había estropeado, él no sabía por qué, ella lo rechazaba y él se sentía mal, y
se había enfadado con ella por no entender sus sentimientos, por burlarse de
él. Quiso retenerla para explicarle todo eso, pero ella se marchó, asustada y
corrió, él la llamó, pero ella no quiso ni mirarle, ella ahora lo odiaba, y él
no entendía porqué, qué había hecho tan mal para aterrorizarla, y sentía tanto
que hubiera expuesto su vida así. Nunca creyó que se marcharía sola, estaba muy
asustado por si le ocurría algo.
Cristian se encontraba en una
situación que no sabía manejar, nunca antes había tocado estos temas, sus hijos
si hablaron de esto alguna vez, no lo sabía, con él no fue. Cómo deseaba poder
hablar ahora mismo con su mujer. Un chico enamorado y una chica que no sabe eso
que es. Y esto se iba a repetir en breve
con muchos chicos y chicas más. Debía encontrar una solución, pero no sabía
cuál, en su educación esto fue tabú, nunca
se tuvo que preocupar de estos temas, él cortejó a su mujer y se casó
con ella, fin.
Llevaron a Javi a casa, por el
camino Cristian intentaba idear alguna solución al conflicto, ya no estaba
enfadado, estaba preocupado, Javi no era un mal chico, pero se había dejado
llevar por algo tan primitivo como el instinto,
aquello era irremediable, era natural e iba a suceder tarde o temprano,
pero no podía ser que se convirtieran en violadores, habría que poner alguna norma. No quería coartar
ninguna libertad, con las normas de seguridad por el león, ya tuvo el arranque
de rebeldía de Sonia, y sería imposible
reprimir un instinto tan potente como lo era el sexual. Sabía que las
normas estrictas no iban a valer, el intento por convertir lo natural en sucio
solo había conseguido una sociedad de personas con las vidas hundidas por
seguir sus sentimientos, en especial las mujeres. Él no quería repetir aquellos
convencionalismos absurdos, a lo largo de su vida había visto como todas
aquellas cosas se habían ido relativizando, y normalizando, las madres solteras
lo podían ser por elección, y se aceptaba, el divorcio y las segundas nupcias o
terceras, estaban a la orden del día, y las parejas no debían pasar por el
sacramento sagrado para estar juntas, como cuando él fue joven que todo estaba
mal y era pecado. Incluso los
homosexuales habían logrado grandes cosas, cuando él era pequeño se les
consideraba enfermos o delincuentes, e incluso podían ir a la cárcel. Y en los
últimos años se podían hasta casar; ¿y
qué mal hacían con casarse? ¿Por qué estigmatizar el amor? No, él no quería
demonizar el amor.
Nunca pudo entender por qué el
sexo era obsceno y las armas bellas. Por qué una mujer que ofrecía el calor de su
cuerpo era despreciada y maltratada socialmente, mientras que un arma fría que
prometía muerte y tristeza era valorada y ensalzada, hasta ser venerada en
museos y exposiciones carísimas. Nunca lo entendió, y no quería que aquello se
volviera a repetir.
Cuando llegaron a casa, Javi y
Carla se miraron y ambos bajaron la cabeza enseguida, ambos se sentían avergonzados
de lo que había ocurrido. Ambos creían que habían obrado mal con el otro, Carla
pensaba que había abandonado a Javi a su suerte allí, en su miedo sin sentido,
se había dejado dominar, y Javi creía que había dañado a Carla en su impulsividad
por estar con ella, su prepotencia al verse
solos, e intentar aprovechar aquella
ventaja, en vez de escucharla.
Cristian les dijo a ambos que pidieran
disculpas al otro por lo que creían que habían hecho mal, de esa forma iniciarían
una conversación y podrían avanzar en aquella relación, que había quedado
tocada aquella tarde.
El abuelo Cristian tenía que
llevar aquella situación a la asamblea, debía sentar las bases de una
sexualidad sana entre los adolescente que allí tenia, prohibir no era ninguna
solución, simplemente no funcionara, debía obtener un compromiso de ellos, que
fuera algo consensuado y algo en lo que de verdad creyeran.
Ellos creían en la Ley, aunque
solo había una, no usar nunca armas de fuego, y siempre la habían cumplido,
pues creían en su peligro y las consecuencias. Debería hacer una nueva Ley.
Javi y Carla anduvieron algo
distanciados en los días posteriores a su conflicto, preferían evitarse, pero
aquella noche había asamblea, Cristian había esperado unos días para
convocarla, mientras había pedido a Carla y a Javi que no hablaran mucho de
aquel tema, y a ellos no les constó complacerle, pues no se sentían muy
orgullosos. Aunque debían participar en la asamblea de
aquella noche. Debían contar lo que les había ocurrido en el laboratorio y todo
lo que había ocurrido después. Los niños entendían mejor las cosas concretas
que las abstracciones, divagaciones o futuribles. Su experiencia fue real,
ocurrió de verdad y luego hubo unas consecuencias, y sobre eso se iba a
proponer una Ley a la comunidad, que tenía que aprobarla, no por mayoría, sino
por convicción, porque creía de verdad en ella como algo bueno y útil. Y
respetarla, no por miedo a un castigo, sino porque es lo que está bien.
Cristian quería hacer entender a
todos los niños y niñas que sus cuerpos
eran templos sagrados donde habitaban sus espíritus, su esencia, y que debían
ser respetados por los demás y por ellos mismos. Que no había nada de malo en
dar y recibir caricias y besos, y amor en general, pero siempre que fuera
deseado por ellos. No se podía obligar a otra persona a querer ser tocada y que
se debía estar seguro de que los demás querían recibir aquellas muestras de
afecto. Pues obligar a alguien a que te quiera solo consigue el efecto
contrario y crea sentimientos negativos que pueden llevar a conflictos más graves,
y eso no sería bueno para nadie en la comunidad; y puso el ejemplo de Javi y
Carla, contado por ellos mismos y a quien todos habían visto los últimos días
evitarse y esquivarse, aunque no sabían por qué, cuando antes habían sido tan
buenos compañeros. Y entonces, él esperaba que lo entendieran. También hizo
hablar a Ricky, para que explicase como se sintió cuando Carla contó su
historia, y como quería dañar a Javi,
pues estaba muy enfadado con él. Para que vieran que el conflicto iba más allá de
las dos personas afectadas.
Necesitaba que todos
comprendieran la importancia de respetarse unos a otros, pero no demonizar el
sexo como le hicieron a él. Quería una
sociedad feliz, y a amenaza de infiernos en llamas no lo conseguiría, la experiencia
se lo había demostrado a lo largo de su vida, y de la propia historia.
Y así, después de muchas, muchas,
muchas preguntas de los chavales y las chavalas, que sentían autentica
fascinación por el tema, del cual conocían solo los datos técnicos anatómicos y
asépticos de la escuela, y que no les servían de mucho ante las reacciones que
sentían en sus cuerpos cambiantes, a las
que Cristian respondió como pudo, con una única base, nada está mal, excepto
obligar a la otra persona, porque le daña el espíritu, la asamblea terminó Dictándose la segunda Ley.
1ª Ley: Las armas de fuego causan
peores problemas de los que podrían resolver.
2ª Ley: Obligar a otra persona a
hacer algo que no quiere es un abuso y trae más problemas de los que puede
resolver.