martes, 27 de septiembre de 2011

El diario de las locuras de la casa de al lado

El diario de las locuras de la casa de al lado.

27/09/2011

Relaciones diplomáticas



 Sí, es cierto que hace ya algunos días que no escribía nada en el diario, pero es que me había hecho la ilusión de que por alguna circunstancia desconocida pero favorable para mi, ya no me molestaban los habitantes de la casa de al lado. Pero, como todas las ilusiones o espejismos se acaban y reaparece la realidad, y aquí está. Para deleite de oídos, para intranquilidad de alma, señoras y señores, desde las cuatro y veinte de la tarde, ¡Carmen! Versión pianillo, a piño fijo.

 Supongo que el Florero no está en casa, y la Loca se dedica a hacer de las suyas, querrá provocar una discusión o algo parecido, aunque no le vamos a dar el gusto, yo porque me desahogo contándoos todas estas cositas aquí, y es suficiente para mi, y mi marido porque hoy tiene que atender asuntos fuera de casa y ya se marcha. Pero recuerdo el día que todo se fue al garete, es decir, toda la cordialidad que manejábamos haciendo filigranas y tragando lo intragable, estalló.

  Era por primavera, un sábado que yo tenía invitados en mi casa, aquel día tenía muchos invitados, celebraba una fiesta de cumpleaños. En aquella época mi marido tenía un trabajo con horario nocturno, de modo que entraba a las diez de la noche y salía sobre las seis y media de la madrugada. Con lo que ya podéis imaginar que dormía de día.  Cuando la habitante Loca de la casa de al lado se enteró, de dio por poner la música muy alta, desde las nueve de la mañana hasta la una o las dos de la tarde, y para fastidiar aún más, la ponía fuera en la terraza.

 Imaginar lo alta que la ponía que cerraba las puertas de su cocina, porque era insoportable.  Cuando la gente me llamaba por teléfono, tenía que meterme en una habitación aparte y cerrarla porque no me oían, y todos preguntaban que porque no bajaba la música, y evidentemente todos flipaban cuando les decía que era la música de la casa de al lado. Aquello era sencillamente una tortura, sobretodo para las personas que necesitaban dormir de día, que eran mi marido, y algún que otro vecino más que también trabajaba de noche.
 Algún que otro vecino más que también trabajaba por la noche, y que conservaba las relaciones diplomáticas (hasta aquel momento) con los habitantes de la casa de al lado, fue, como comprenderéis, a pedir serenidad y un poco de respeto. Estoy segura de que el hombre fue muy educado, y por supuesto tenía toda la razón. Pero la Loca le mandó al mismo sitio que al resto de la humanidad que le llama la atención. Y, además, ofendida porque le pedían explicaciones a ella y no a nosotros, que le hacíamos la vida imposible. El hombre flipó en colores, no podía decir nada de nosotros porque no le molestábamos, (lo cual era normal, si en mi casa se dormía de día y de noche, que ruido íbamos a hacer) y el pobre hombre fue declarado persona non grata en la casa de al lado, (otro más en el club), y se fue con una enemiga más y sin ninguna solución.



 En fin, como nosotros no teníamos acceso a la casa de al lado no podíamos pedir silencio, porque además ya éramos bien conscientes de que en cuanto esa mujer sabía que molestaba con algo, ya jamás se cansaba de hacerlo, ni siquiera lo intentamos, eso sí, aquel día del cumpleaños, como tenía mucha gente en casa, celebré la reunión en la cochera, que es la sala más grande  de toda la casa, y por consiguiente saqué los coches fuera, y aunque nunca aparcaba delante de la casa de al lado, aunque no tuviesen vado, pensé que con toda la gente que iba a venir, seguro que alguno le aparcaba, y ya habíamos tenido un show al respecto, de modo que para evitarles el show a mis amigos, aparque uno de los coches delante de la casa de al lado. Podéis pensar que fue un acto de provocación por mi parte, podéis creer que me busqué aquel problema, y es cierto, tenéis razón. Pero imaginar que no podéis dormir bien  en varios meses, y la fuente del problema es inaccesible. No os gustaría devolverle la pelota, aunque solo fuese un poquito. La verdad es que estábamos hasta las narices.

 

 El Florero vino varias veces a mi casa a hablar con mi marido, pero yo estoy convencida que esperaba a verlo salir para venir y no encontrarlo. Porque vino por lo menos tres veces, y no dijo lo que quería, solo que quería hablar con mi marido, se lo dijo a mi suegra, me lo dijo a mi, y se lo dijo de nuevo a mi suegra. Mi marido estuvo en casa todo el día, porque la cochera no es que sea el salón de casa y evidentemente para celebrar un evento teníamos que limpiar bien. Él solo salió a recoger la merienda de los niños al McDonals luego a por la tarta y a recoger a uno de los invitados. El resto del tiempo estuvo en la casa. Pues el Florero vino justamente en estas tres ocasiones. Yo creo que no quería encontrarlo, pero tenía que hacerle ver a su loca mujer que lo  intentaba. No se puede tener tan mal acierto, tres veces seguidas. Y ya os habreis percatado que la valentía de este hombre es como mínimo cuestionable.
 La cosa es que la Loca se puso a hacer de las suyas y a dar voces, todavía no estaba la casa llena, pero algunas de las personas que vinieron ya fueron conscientes del problema. Luego hicimos mucho ruido, supongo, pues éramos sobre unos treinta, de los cuales habría al menos quince niños y niñas. Haríamos ruido, es normal. Y si la Loca chilló mucho o poco, yo no me enteré pues ya tenía bastante organizando los juegos y atendiendo a los invitados. Sobre las diez de la noche, ya no quedaba casi nadie, los amigos más íntimos, que nos ayudaron a limpiar y recoger un poco todo. Y sobre las once ya se fueron todos, y fue entonces cuando se montó el gran jaleo.

 Yo estaba ya arriba, recogiendo juguetes con mi niño, y de pronto escuché a mi marido gritar, con malos modos. Ya solo quedaba meter los coches en la cochera y descansar, pues el día había sido agotador, y para él aún más pues había dormido muy poco, que junto con las costumbre de la Loca, era demasiado sueño acumulado. Bajé como un cohete, pues sabía que aquello tenía muy mala pinta. Mi marido estaba muy enfadado y llamaba loca, a la habitante adulta de la casa de al lado, así que aunque no sabía lo que había pasado, sabia que tenia que calmarle, porque estaba trastornado, y le hablaba pero él no me veía, ni me escuchaba, solo miraba donde estaban la Loca y el Florero, que tampoco paraban de insultarle, aunque estaban escondidos detrás de las verjas.

 El Florero intentó salir, pero la Loca había cerrado con llave la verja, y no podía abrir, así que estaba convenientemente  encerrado dentro de la seguridad de su casa. Apelé al niño para que mi marido reaccionase, le dije que estaba asustado, que lo estaba, porque el pequeño bajó detrás de mí, y le pedía a mi marido que se lo llevase de allí, para que desconectase y consiguiera pensar. Al final se marchó y me quedé yo con el Florero y la Loca, ellos detrás de su protectora verja y yo en la calle.
Les pregunté cual era la causa de aquellos gritos, y me dijeron que no estaba bien que no hubiesen podido sacar el coche, que lo habíamos hecho a propósito para fastidiarles. (Eso era verdad, lo reconozco) Yo les dije con toda la educación que fui capaz de reunir y con toda la calma que podía juntar después de ver a mi marido fuera de si y a mi hijo asustado, pues el chiquillo jamás había presenciado algo similar en su vida, que no hacía falta ponerse así, tan solo con que lo hubiesen dicho se lo habríamos quitado con mucho gusto, al fin y al cabo no tenían vado, y si no era nuestro coche hubiese sido el de alguno de mis amigos. A lo cual la Loca contestó – ¡Yo no tengo el porqué de ir pidiendo nada a nadie, ni de llamar la timbre de nadie!-

A lo que yo respondí – Y si no  lo dices ¿cómo lo vamos a saber? ¿Acaso es mejor  gritar como locos en medio de la calle?-

 A pesar de todo, parecía que las cosas se calmaban un poco, y el marido me acusó de que nos habíamos dedicado a tirarle los palillos de pinchar la comida en su pérgola. Esos palillos eran de plástico de colores, y efectivamente, después comprobé que había unos cuántos sobre el techo de la pérgola. Me imagino que los niños jugarían a acertarlo allí arriba.  Pero el Florero llegaba a insinuar que los niños no habían sido. Así que me reí de él diciéndole  -¡Por favor! ¡Yo ya tenía mucho trabajo atendiendo a la gente y mi marido igual! ¿De verdad crees que mis amigos, que no te conocen de nada, que pasan de los treintaitantos o más van a dedicarse a tirar palillos a la pérgola del vecino? ¡Anda Ya!
  No me digáis que no era para ponerse a reír semejante insinuación.  Depués pasamos a la música, le dije que mi marido estaba muy cansado y que le volvería a gritar si no lo dejaba en paz, y que uno de los motivos era su música, a lo cual la respuesta de la Loca fue - ¡A mi en mi casa nadie me tiene que decir que tengo que hacer! Y pondré la música como me de la gana.- Respuesta que por otra parte yo ya esperaba, pero ¡estaba comunicándome con ellos, quizás hubiese luz al final del túnel!

 Más tarde mi marido volvió a aparecer, estaba más calmado pero seguía estando muy cansado e irritable. Me llamó para que lo dejase ya y entrase en casa. Ella al verlo lo increpó de nuevo - ¡Mira el chulo, flaco desgraciado este! – La conversación medio llevada volvió a derivar en un intercambio de insultos. Salieron nombres de otras personas, que no estaban allí, pues ella quería que yo viese a mi marido como el malo de la película y a ella como la víctima, no sé como pretendía hacerlo, o si creía que yo era muy estúpida, el caso es que para demostrar lo buena que ella era nombró a una tía abuela mía que conocía a su madre. Le seguimos la corriente, conseguí meter a mi marido en casa y a pesar de los insultos, y  a pesar de todo, estábamos hablando de los cubos de agua, de los gritos, de todas las cosas que tenían que haber sido habladas de mejor forma muchos meses antes. Veía un hilito de esperanza en recuperar la cordialidad entre vecinos, aunque siempre iría con pies de plomo, parecía abrirse una rendija de esperanza de finalizar aquella absurda situación.

Llegué a disculpar a mi marido porque estaba muy cansado, y les invité a venir un día, con más calma, a mi casa y solucionar todo aquello tomando un café, con más serenidad, sin estar tan cansados ni enfadados. Los problemas se pueden solucionar si no se dejan hacer demasiado gordos, les decía. Y así quedamos, o así creí yo que quedábamos.
 Cuando subí a casa el niño estaba durmiendo y mi marido estaba viendo la tele en el sofá, le dije que habíamos hablado a pesar de todo. Aunque se había montado un buen follón habíamos hablado y podíamos arreglar la situación. Él me contestó que todo el esfuerzo que había hecho aquella noche era perdido, que esa mujer estaba loca y que volvería a liarla a la mínima de cambio.  

 Él estaba mejor encaminado que yo y no tardaría mucho en descubrirlo. Pero esa historia os la cuento mañana que hoy ya es muy tarde.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Quizás soy pesada, pero el tema me molesta mucho.

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 Una cuestión de números
 Soy profesora de tecnología, y solo quiero plantear una cuestión de números.

Dependiendo del curso, en mi asignatura, se imparten bien dos horas bien tres horas semanales. En un horario completo hay ahora mismo 18 horas lectivas, es decir 18 horas en las que se dan clases, a la semana. Si se divide, comprobareis que sale una media de seis grupos, es decir, seis clases, que suelen estar entre los 25 y los 30 alumnos. Así que, multiplicar, cada profesor lleva un alumnado de entre 150 y 180 personas. Chiquillos y chiquillas a los que no solo hay que darles clase, hay que valorar, ayudar, evaluar, programar actividades, corregir y tomar decisiones sobre ellos.

 Dedicándole a cada uno tan solo 10 minutos a la semana, trabajando muy rápido, volver a multiplicar y veréis que son unas 27 horas aproximadamente, esto suma una semana de 45 horas, y aparte las reuniones, juntas de evaluación y coordinación de los departamentos, esto no lo contamos, y aún así salen más de 8 horas diarias.

 Sabéis que significan dos horas lectivas más, exactamente 30 niños más para el mismo profesor, otro grupo al cargo, a 10 escasos minutos a la semana por nene son 5 horitas más, con las dos lectivas ya son 7. Y lo que llevábamos de antes.  Si os molestáis en sumar más o menos la semana sale a 52 horas. Esto significa que son más de 10 horas al día. Dedicándole a cada alumno un tiempo muy corto, insuficiente a todas luces.

 ¿Podéis mantener la calma y la concentración más de 10 horas al día?

Las matemáticas no fallan y si no hacer la cuenta. Solo son sumas y multiplicaciones, aritmética básica.

Está es la medida de ahorro que intentan meter en Madrid. Y si les sale bien, a todos.

La verdad es la verdad, y los números no mienten. Y si aún no lo tenéis muy claro imaginaros que tenéis que corregir 210 exámenes en la misma semana, tan solo un poco menos de la mitad de ese paquete de 500 folios que tenéis al lado de la impresora (para que sepáis el bulto que hacen)
¿Creéis que lo harías equitativamente y bien? ¿Los corregiríais todos con la misma concentración y dedicación?  ¡Ser sinceros!

Está medida solo disminuirá la calidad en la educación pública. Quizás ahorre dinero al estado ahora, pero ya veremos que precio tocará pagar en el futuro.

martes, 20 de septiembre de 2011

El diario de las locuras de la casa de al lado

El Diario de las locuras de la casa de al lado.

19/09/2011

El florero.



 La tarde de hoy ha estado tranquila, la mañana la verdad es que también, aparte del acompañamiento musical, hoy les ha dado por la canción de ”la Cucaracha ya no puede caminar” Sé que la han puesto varias veces, pero hoy tenia cosas que hacer fuera y me he ido, así que no se si ha durado mucho o poco.

 

 Supongo que en lo de rallarse tanto con el pianito ya deben de tener los nervios destrozados, o al menos eso creo, especialmente el habitante mayor de la casa. El marido de la Loca y padre de la Nena. Que fue el único al que llegamos a considerar normal y también el que mantuvo la relación con cierta diplomacia hasta que todo se desmoronó.


 El habitante mayor de la casa de al lado es un hombre de mediana edad, que hasta hace unos meses trabajaba, y por ello pasaba mucho tiempo fuera de su casa, pero que ahora, como tantos otros españolitos de a pie, se ha quedado en paro y no le queda más remedio que pasar muchas horas en su casa. Y, supongo yo, que debe estar hasta los mismísimos cataplines del Toreador y del pianillo.


  El habitante mayor de la casa de al lado fue la persona con la que intentamos llegar a aclarar por que se nos había cargado el mochuelo del suicidio fallido de el Cojo. Pues con la Loca no hay manera de razonar. Ella sale a la terraza, grita sus cosas, y se esconde antes de que siquiera te plantees gritar las tuyas. No escucha a nadie, y si alguien ha conseguido decirle cualquier cosa, acto seguido queda excluido se su saludo y de su mirada. Así le va, que no puede levantar la cabeza, porque no le queda nadie a quien pueda mirar. Pero él, el habitante mayor de la casa de al lado no es así, aunque tiempo al tiempo y terapia musical y ya veremos, pero no es así.


 Cuando todo aquello pasó, y la Loca no nos devolvía el saludo, hablamos con él, que sí que se terció a explicarnos que era por lo del Cojo, por eso lo sé, y luego cargó contra mí, pero a degüello, dijo que yo no paraba de molestar a su mujer,  dijo que me levantaba a las seis de la mañana y me ponía los tacones y daba golpes y portazos para despertar a la Nena. Lo cual es absurdo por los siguientes motivos, yo no uso tacón si me levanto a las seis de la mañana, y siempre voy con mucho cuidado de no meter ruido porque también tengo un niño pequeño, que si mis golpes despiertan a la Nena de la casa de al lado, antes despertarían a mi hijo en mi misma casa ¿no? También dijo que le subía la rueda del coche por encima de su acera cuando la tenía  acabada de fregar (eso es siempre, yo creo que está esperando que se seque para volverla a fregar) para ensuciársela. Eso último si que es posible que lo hiciera alguna vez, pero yo no sabía que la molestaba, y tampoco lo hacía a menudo, porque yo suelo meter el coche dentro de la cochera siempre, aunque tenga que salir en cinco minutos, porque me es mucho más cómodo pulsar el mando y que se abran las puertas solas que bajar del coche, cerrar el coche, buscar las llaves, abrir la puerta, cerrar la puerta, y si me dejo algo en el coche luego tengo que salir a la calle, así que siempre lo meto, pero si no lo hago, es posible que pisara la acera. Mi marido le dijo  que la loca ponía la música muy alta, y que nos tiraba los cubos de agua delante de nuestra puerta, que también gritaba mucho y que no nos gustaba que nuestro hijo tuviese que oír cierto vocabulario.  Pero que era lógico que siendo vecinos tuviésemos  cosillas y que siempre que las hablásemos las podríamos arreglar, que era mucho más efectivo y mejor que estar haciéndonos la puñeta. En fin, dejé de subir la rueda por su acera, y ya, todo lo otro era imposible dejar de  hacerlo porque nunca lo había hecho. Eso si, si salía algún día con tacones pues procuraba no hacer ruido.  La otra parte del trato hizo caso omiso y continuó con sus cubos y su música y su soez vocabulario.


  Al poco de aquello el Cojo se presentó un día, llamó al timbre y habló con mi marido, quería saber si le habíamos denunciado a él, el pobre que ni se le oye, igual que al otro, tampoco se le oye. Mi marido le preguntó que por qué le íbamos a denunciar, y el Cojo nos contó que su hermana, la Loca, le había dicho que como gritaba mucho y nos molestaba le habíamos puesto una denuncia, y mi marido como pudo y flipando en colores le dijo que no, que nosotros  no habíamos denunciado a nadie, y que si molestaran tanto como para hacerlo primero iríamos a hablarlo. El Cojo empezó a maldecir a su hermana y a llamarla mentirosa, enredadora y lianta y se marchó. 



 Aquel día ya tuvimos una revelación de cómo se las iba a gastar la Loca, si podía meternos sin más en un follón como aquel, a ver que más diría por esa boca. Pero decidimos hacer como si nada y, eso sí, tener mucho cuidado con esa gente. Que ya no solo parecía algo extraña, ya parecía casi peligrosa.

 

 Al poco, hablamos con el habitante mayor de la casa de al lado, de que no parecían mejorar mucho las cosas, y él empezó a meterse con el cuñado, el Cojo. Contó lo que quiso, porque yo ya no me creo nada de ninguno, pero por lo visto era la causa de todos sus males, el que desquiciaba a su mujer porque hacía todo lo peor: beber, robar, maltratarlos a ellos…(aunque si yo hubiese recibido la mitad de la mitad de la batería de insultos que recibía aquel hombre al día también me daría a la bebida, o lo consideraría muy seriamente) Un culebrón vaya... Como si aquello fuese algo relevante a lo que nosotros pedíamos, es decir, un trato cordial. A ver ¿que culpa tengo yo de que los dos cuñados no se traguen y de que la Loca tenga que estar en medio?¿cómo resuelve el conflicto que ellos se tienen montado echándome a mi puerta los cubos de agua? ¿Cómo ayuda a su problema que no nos salude por la calle? Este es otro misterio, si alguien tiene alguna respuesta, por favor, la comparta.


 El caso es que la cosa no mejoró, de hecho, la cosa empeoró, y cuando en verano hicimos la obra en la terraza, donde nos hicimos un cuartito trastero y una bancada para poder hacer alguna paellita, la Loca se lo tomó como una cruzada contra su persona. Cada tarde que mi marido trabajaba en la terraza, ella tenía que salir y a voz en grito protestar  e insultarnos. Pero ni una sola vez fue capaz de llamar al timbre y decirnos cual era su problema. La cosa era más o menos así:


Una tarde cualquiera de obra-

La Loca: ¡Mira tú, toda la ropa, me la ha llenado de polvo! ¡El flaco desgraciado este, que lo hace a propósito!(eso iba para mi marido). ¡Pues ya verás, ya! ¡Ahora cuando lo tengan todo bonito, voy a empezar yo a hacer obras y se lo voy a poner todo perdido! – ( Ahí ya podeis haceros una idea de como funciona su cabeza, pretendía hacer una obra para molestar al vecino)

 Ellos habían hecho una obra similar el verano anterior, y anda que no tragamos, no de suciedad, eso se entiende, sino de gritos e insultos, aquella vez para el Cojo, que fue quien lo hizo. Una cosa así:

La Loca a El Cojo: - ¡Peeeeeeeeeeeeeerrrrrrrrrrooooooooo, que eres un peeeeeerrrrrrrrroooooooooo, boooooooooooorraaaaaaaaaaacho, machucho, borracho machucho! ( Le gusta arrastrar mucho la e y marcar bien las erres)

El Cojo a la Loca: Silencio e indiferencia.
LocaCojo


 Si no fuese trágico seria para partirse la caja. Y ahora  que nosotros hacíamos la obra, pues para nosotros.

La Loca: - ¡Claro, a ella le da igual! ¡Como ella no lava, ni hace la faena….! ¡Pues ala, venga a hacer polvo! (Eso  iba para mí) Fue la primera vez que yo fui consciente de que me llamaba cochina. Si hubiésemos querido nos hubiésemos peleado cada uno de los días que duró la obra, que vinieron a ser una dos semanas. Pero solo subíamos el volumen de la radio, a modo de respuesta.

 



 Volvimos a hablar con el habitante mayor de la casa de al lado en cuanto tuvimos ocasión, y le dijimos que nosotros no habíamos hecho la obra expresamente para molestar a la Loca,( como si hubiera que explicar una cosa así) que era para disfrutar de la terraza, como ellos habían hecho también antes. A aquello nos respondió que su mujer era muy pudorosa, esa fue la palabra exacta, y ahora a saber que significaba eso. Y también que lo quería tener todo perfecto y que la obra ensuciaba y ella se enfadaba. Y con eso y un bizcocho….ahí que nos quedamos con un palmo de narices y sin ninguna solución.

 La tía Loca sale a la terraza, nos dice lo que le da gana, nos insulta como quiere y resulta que “Es que es muy pudorosa”. Con aquello ya nos dimos cuenta de que la opción del habitante mayor de la casa era mas o menos lo mismo que hablarle a un florero, que es como lo vamos a llamar de ahora en adelante el habitante florero. Que aquel pobre hombre no podía o no quería o tenía miedo de decir nada. Pero nosotros igual lo saludábamos. Bastante hacía con vivir en esa casa todos los días y mantener cierta cordura. 



 Esto no duró demasiado, pero por hoy ya es suficiente. Tengo labores que me reclaman y mi tiempo es escaso.

domingo, 18 de septiembre de 2011

El Diario de las locuras de la casa de al lado.

El Diario de las locuras de la casa de al lado
17/09/2011
Un viernes.


Hoy es sábado, todavía temprano, no tengo aún música, ni pianillo, ni nada, de momento calma chicha. Espero que no sea la calma que precede a las grandes tormentas.

 Ayer, que no pude sentarme al ordenador, no fue un día tan calmado. Después de llevar al niño a la escuela, mi marido y yo, que todavía no estamos trabajando, decidimos desmontar el toldo de la terraza, porque estaba muy sucio, y darle un repasito con algo de jabón. Yo no pensé que sería un trabajo de toda la mañana, pero así fue, nos liamos, nos liamos, y casi se me hace tarde para recoger al niño a la una.

 Este trabajo no tiene ningún interés, y hubiese sido arduo y aburrido, de no ser por la animadora y amenizadora de  trabajos exteriores, alias “la Loca”. Cuando empezamos el trabajo detectamos que no había habitantes en la casa de al lado, pues había silencio, tanto que hasta tuvimos que ponernos la radio, cosa extraña pues por norma  escuchamos la de la Loca, que la suele poner para todos.  Pero ese silencio no duró mucho rato.

 El primer avistamiento que tuvimos de la Loca desde nuestra terraza fue cuando se asomó por la ventana de su habitación con una cámara de fotos y empezó a echar fotos en nuestra dirección. Yo siempre he creído, que esa mujer quería algo con mi marido, pero visto el fracaso libera así su frustración. Bueno, sin desviarme,  que el caso es que nos estaba tomando fotos, así que la miramos y sonreímos  para salir favorecidos, y entonces desvió la cámara hacia las cañas que hay en el solar que tenemos detrás de los adosados. Posteriormente desapareció y continuamos trabajando.

Al poco rato ya teníamos música, porque aunque nosotros pusimos la radio como el equipo de música está en el salón y estábamos fuera no la escuchábamos muy bien, cuando tuvimos la música de la casa de al lado, que se escuchaba mejor, pues apagamos la nuestra.

 Cuando ya habíamos limpiado el toldo y estábamos debajo pensando como lo íbamos a volverlo a montar la música cesó. Esto es la señal de que va a decir algo que nos incumbe, es  como cuando hacen el bando en los pueblos pequeños, que tienen unos altavoces por el pueblo y hablan por ellos para avisar a los vecinos, pero en los pueblos lo hacen al revés, es decir  primero ponen música y luego hablan.”Tachín, tachín, se informa a todos los vecinos que hoy es primero de mes  y tienen que cambiar los coches de lado, tachín, tachín” y se acaba el bando. Pues así hace esta mujer, primero nos deja sordos con su música y luego nos quedamos sordos con el silencio, y empieza el bando. Ella abre bien las ventanas  y se pone a hablar a voz en grito. Yo por lo general no la escucho, pues siempre dice chorradas o insultos, pero ayer estaba atrapada en la terraza, puesto que tenía un toldo descolgado que me impedía meterme adentro, así que lo escuché, a ver que remedio.
 Parecía que hablase con alguien por teléfono, tienen “el chalet”, como ella dice, en venta, si os interesa 500.000€,  deduzco que pretendía que creyéramos que hablaba con la inmobiliaria, y decía estas cosas - ¡Quiero que sean gente de las drogas, o lituanos, de esos que se meten sesenta en una casa! ¡No lo venderé  si no es gente mala!¡ Solo lo venderé si es lo peor!-
 Yo supongo que quería intimidarnos, porque no creo que estuviese manteniendo tan absurda conversación  con nadie. Imaginaos el papelón del agente inmobiliario sino:
 Comprador: - Hola, me interesa ese adosado. ¿ Que me dice?
Agente: - Pues… Mire usted… Es que resulta que… bueno que tengo que hacerle unas preguntas primero.
Comprador: - Bueno dígame, es bonito, un poco caro… pero me interesa.
Agente:  ´- Bueno.. Pues.. ¿Trabaja usted en la droga? ¿ Va a meter a 60 personas en la casa?
Comprador: - ¿ Cómo? ¡Pues claro que no! ¿ Qué preguntas son esas?
Agente: - Entonces lo siento, pero usted no da el perfil requerido, da igual que tenga los 500000, no puedo venderle la casa. Adiós muy buenas.
 
 Vamos, surrealismo total.  Y si de verdad estaba hablando con la inmobiliaria peor, yo soy el agente y la elimino hasta de la base de datos. Aunque yo no descarto nada, visto lo visto.

 Nosotros no reaccionamos, bueno mi marido no podía dejar de reír, pero yo le dije que no hiciera ningún comentario, para no darle el gusto de que supiera  si lo habíamos escuchado o no, y empezamos a hablar de nuestros planes de viaje para el aniversario de boda. Como no hubo ninguna reacción a su maniobra al ratito ya teníamos música otra vez.

 Más tarde, a la hora de la siesta, volvió a poner el pianillo famoso,  pero en vez de ponerme a mi querido “toreador”, me puso uno de esos ritmos de sintetizador, pero nosotros teníamos más interés en la “Mostra Internacional de MIM” de  Sueca, y llevamos al niño a ver una obra, de modo que no puedo daros datos de lo que duró el concierto. Salimos pronto de casa y llegamos tarde, pero el día aún no había terminado, y por fin el último avistamiento fue por la noche. Nos echó una foto desde la calle hacia el salón, esta vez con flash, para que nos enteráramos bien, y volvió a vocear algo así: - ¡Ya verán estos! ¡Mañana se van a enterar!-

 Nosotros fieles a nuestro estilo de no darle el gusto de que sepa si nos ha llegado o no el mensaje, seguimos viendo la tele. Y la verdad es que no ha pasado nada aún. Y aunque al principio del relato digo que es sábado, no lo pude terminar ayer y hoy ya es domingo, son las nueve de la noche y seguimos sin nuevas de ninguna clase.

 Me imagino que buscaba que le contestáramos y montar un follón, pero ya hemos vivido esa experiencia y no íbamos a volver a caer. Aunque ¿Vete  tú a saber lo que pretendía?Lo que consiguió fué que tuvieramos un viernes de lo más entretenido. Y un nuevo relato.


viernes, 16 de septiembre de 2011

El Diario de las locuras de la casa de al lado.

El diario de las locuras de la casa de al lado.
15/09/11
La Nena.


 Ahora mismo son las ocho y media de la tarde, ya casi noche, acabo de entrar en casa, pues he tenido que ir a unos asuntos, en realidad nos hemos tenido que marchar todos, y hemos dejado al pianillo maldito con su sonata preferida. Estará puesto desde las tres y pico, o las cuatro, no sé,  y aún sigue sonando. Yo creía que lo ponía solo por fastidiar, pero a lo mejor es que lo están disfrutando, pues lo tiene puesto incluso cuando no estamos en casa nadie. Si es que… cualquier suposición que pueda yo hacer con esa casa está abocada al fracaso, yo siempre supongo desde puntos de vista normales, y ahí no lo es nadie. Pero nadie, nadie.

 Recuerdo el primer contacto que tuve con la habitante menor de la casa de al lado,  ahora es una adolescente, entonces era todavía una niña, o una preadolescente. Apenas llevaban unas pocas semanas viviendo, y yo nunca había  hablado con ella todavía. Era verano, y teníamos las ventanas abiertas, mi marido y yo estábamos en el salón viendo la televisión, y de pronto, sería media tarde,  oímos a la habitante menor de la casa de al lado gritar de una forma desesperada, - ¡Abrirme, abrirme! ¡Abrirme la puerta! ¡Por Favor!- Eran auténticos gritos de desesperación. Además de los gritos también oímos golpes. Por eso fuimos a mirar, y la vimos, completamente fuera de si, dando puñetazos y patadas contra las verjas, esas que pintó su madre no hacía mucho. Pero de la casa no había ningún tipo de respuesta, supusimos que allí no habría nadie. Pero la habitante menor de la casa de al lado, a quién voy a abreviar el nombre por el de “La Nena”, siguió insistiendo, y pasó del modo suplicante al agresivo, y empezó a  lanzar insultos -¡cabrón, ábreme! ¡Ábreme, capullo, sé que estas ahí!- Pero imaginaros el cuadro, los gritos iban con lloros, hipos, mocos y todo lo demás.
 Yo no tenía muchas ganas  de meterme en un fregao, pues ya los había oído insultarse antes, pero la verdad es que “la Nena” me daba mucha pena. Y, en aquel momento, temía que le diese algún ataque, si no es que ya le había dado, pues parecía la niña del exorcista.  He visto muchas pataletas de niños, pero aquello jamás. Así que mi marido y yo decidimos bajar y calmarla, ya que de su casa no parecía que fuese a salir nada, ni nadie.

 Bajamos a la calle y le preguntamos que le pasaba, porque estaba así. Ella entre hipos y mocos nos contó que quería entrar en su casa y que no la dejaban. Nosotros le dijimos que tal vez los habitantes de su casa habían salido, un momento por algo.  Ella seguía llorando y negando, y nos decía que no- ¡no, está ahí, mi tío está en casa! ¡Pero no me quiere abrir!-
 Sin saber que pensar la invitamos a entrar en nuestra casa, y le ofrecimos un móvil para que pudiese llamar a alguien y se tranquilizase.  La Nena” llamó a su madre (La Loca), que en aquel momento giraba la esquina, acompañada de  su tío (El Cojo) y del perrito gilipollas.
 Llegaron hasta mi casa, recogieron a “la Nena” dijeron que habían tenido que salir, y se metieron en su casa.

 Mi marido y yo nos quedamos muy preocupados, una reacción como aquella en una niña, era cuanto menos preocupante. Pero ya no pudimos saber nada más, y así nos quedamos. Un poco más convencidos de que los habitantes de la casa de al lado eran muy, muy extraños.

Al poco tiempo de aquel incidente hubo muchas discusiones entre La Loca y La Nena, yo creó que las oí más a partir del episodio de la puerta, porque me preocupaba esa niña. Discusiones como por ejemplo que la Nena quería un euro o dos y La Loca se lo negaba, pero todo eso a toda voz, las palabras más dulces que se dedicaban eran cosas así:
La Loca: .  ¡¡¡¡¡¡Zoooooooooooorrrrrraaaaaaaaa, más que zoooooooorrraaaaaaa! ¡ No te voy a dar ni un duuuuuuuuuuuurooooo!!!!!!!!!- ¡ Veeeeeeeeeeeete , Veeeeeeeeete de mi casa! ¡ Arreeeeeeeeea, Zooooooooorrrrraaaaa, mal nacida!
La Nena- ¡ Puuuuuuuuuuuutaaaaaaa! ¡Daaaaame  los euros!-
Todo adornado con golpes y portazos, para dar ambiente, vamos.
El final, solía ser el mismo, La Nena se marchaba de casa con un portazo, ( yo no entiendo como aún tienen puertas) y gritando desde la calle -¡PUUUUUUTAAAAAAAAA!

 Esto siguió pasando con cierta frecuencia, hasta que un día, vimos por primera vez coches de policía( fue la primera de muchas veces), y entraron en la casa de al lado, y un hombre con bata se llevó a La Nena en un coche oficial de la Generalitat.

 Yo no sé lo que pasó, me contaron que la Nena había llamado al servicio de atención del menor maltratado, pero quizás no fuera verdad. No sé cuando volvió, pero lo hizo con brevedad.  No penséis que las cosas se calmaron, porque no es así. Ellas siguen igual, se dedican lindezas de ese estilo con bastante frecuencia. Pero ahora ya no me preocupan tanto, si no se han matado en cuatro años…..

 La Nena de la casa de al lado, como es normal en todos los cachorros, pues imita a su progenitora, y la relación con ella  es, por tanto, similar que con todos los demás. Hace tan solo unas semanas la vi desde mi ventana escupir sobre mi coche.  ¡Y que vamos a hacer!, donde fueres haz lo que vieres.

 Es una joyita de muchacha, ya ha llegado varios sábados tarde, a la una o las dos de la madrugada, llorando, mejor dicho berreando. ¿Y por qué? Pues porque le pegan, se mete en peleas y como es un palillo, maleducado, pero un palillo, se ve que recibe más que da.  Y también debe de tener poquitas luces, así que vuelve a por más. Y anda que La Loca le da consuelo, yo si fuera la Nena me tragaría las lágrimas por no oír los gritos e insultos de La Loca. Y  la cosa fue “in crescendo”  pues sé que terminó en los juzgados.
 
 Y aunque a mí eso no me incumbe, no veáis el susto que se te mete en el cuerpo cuando oyes aporrear el timbre, aunque sea el de al lado, y a alguien metiendo voces, llorando y gritando a las dos de la madrugada, cuando tu estás tan agustito en los brazos de Morfeo, durmiendo, y no sabes por donde te vienen los tiros( bueno es una forma de hablar, tiros aún no ha habido, pero todo se andará). Ya os digo yo que es una experiencia poco agradable. Y que espero no padezcáis.







jueves, 15 de septiembre de 2011

Palabra de tele, Amén

PALABRA DE TELE, AMÉN





 No suelo ver las noticias mucho, pues cuando lo hago termino enfadándome con el televisor, que es un aparato inanimado que no me puede responder, y siento mucha frustración.  La televisión tiene unos tiempos muy cortos para explicar las cosas, y las cosas a veces son demasiado complicadas para que quepan bien dentro del breve espacio de tiempo que se le da.

De hecho, cuanto más importante es la noticia, menos tiempo se le dedica, sin embargo las tardes pueden ser aburridas e interminables, con programas de chismorreo sin razón de ser, ni interés ninguno, y ocupar así horas y horas.

 No voy a criticar estos programas porque entiendo que debe  haber gente que los disfruta, igual que hay gente que los padece, lo que me pone furiosa es el hecho de que por no dedicar el tiempo que se merecen algunas noticias, algunos acontecimientos importantes, se los resuma hasta la ridiculización, cargándose en unos pocos minutos el gran esfuerzo que muchas personas han hecho.

 Por ejemplo, el caso de los profesores de Madrid, que es un tema con el que me sensibilizo, aunque yo no estoy en Madrid.  Como se puede simplificar un tema tan complejo con que “los profesores protestan porque no quieren trabajar dos horas más”  Ya está, siguiente cosa.

  Los profesores no protestan por eso, eso es la gota que colma el vaso, un vaso que ya lleva mucho tiempo a punto de salirse, pero un noticiero de televisión tacha a toda esa gente, que ha estado trabajando mucho y muy duro por conseguir un sistema educativo digno, de perezosos y punto, problema solucionado. La opinión publica se vuelve contra los que no quieren hacer su trabajo y ya. Todo el esfuerzo a la mierda.

 Yo no estoy hablando por los profesores de Madrid, porque yo no soy de Madrid, soy de Valencia. Donde llevamos ya varios años luchando contra un sistema que no nos respalda. Yo he visto profesores quedar por las tardes con alumnos para repasar sus clases para prepararles mejor para la selectividad, y he visto directores y equipos directivos enteros rompiéndose la cabeza para sacar adelante los gastos del instituto con un presupuesto que no daba ni para lo mínimo.  Yo he pasado frío en las aulas porque el sistema de calefacción estaba roto y no se había aprobado su arreglo en el presupuesto. Yo me he mojado en un barracón, porque llovía a cántaros y tenia unas goteras indecentes. Yo he visto dar las clases de gimnasia en un aula normal, porque el gimnasio tenía tan graves deficiencias que no se podía entrar por orden judicial, y por orden de Conselleria no se podían usar ni canastas ni porterías hasta su revisión, y pasar los meses sin enviar a nadie a hacer tal revisión. Yo he visto cambiar un aula entera de ordenadores sin más, por que fueron enviados, aunque los que habían funcionaban perfectamente y no habían sido ni pedidos, y he visto cajas sin abrir de material de laboratorios, enviadas sin sentido bajo ningún tipo de criterio, donde no se necesitan. Y he visto Institutos donde tenia que entrar veinte minutos antes en el aula de informática para arrancar los ordenadores y no dejar que se apagaran, pues necesitaban más de media clase para ponerse en marcha. Y he visto aulas de música sin un solo instrumento útil, porque estaban  ya demasiado gastados o rotos.

 Bajan el sueldo de los profesores, que también son funcionarios para ahorrar, hacinan a los chavales como ganado para evitar pagar un sueldo más, pero son incapaces de controlar con cierto criterio el gasto en dotaciones, de comprobar que es lo que se necesita y lo que no.  No hay un criterio para todo eso Y se podría ahorrar mucho dinero sin tener que bajar para nada la calidad, tan solo con dar a cada escuela lo que realmente necesita y no lo que se le ocurra a alguien, que visto lo visto no tiene ni la más mínima idea.



 Y ahora quieren que  parezcamos los malos de la película. Los que no se quieren sacrificar por el ahorro. Y no es cierto, porque ya llevamos muchos años de sacrificio, ya llevamos muchas horas dedicadas a los que necesitan más, que no se reflejan en  ningún sitio, muchos disgustos llevados a casa por ese niño al que no puedes alcanzar, por aquel que tiene problemas en su casa, por esa niña que no trae bocadillo y lleva siempre la misma ropa, por el que nunca trae los libros porque no se los pueden pagar. Por el que no viene a clase y su madre viene a llorar todas las semanas sin saber que hacer.

 Todo eso lo hacen mis compañeros, la mayoría son gente así, aunque nadie los ve, porque la televisión solo saca los casos perores, nunca los mejores. Y quieren que la gente piense que protestamos porque no queremos trabajar dos horas más. No, no es cierto, trabajamos las veinticuatro horas del día, unas  en clase  y muchas en casa. Alguna noche que otra en vela intentando buscar la forma en que ese niño entienda el problema planteado, o como explicar una pregunta complicada para que la puedan comprender.  Esto nadie lo ve, en la televisión no hay tiempo para explicarlo. 

 Los profesores solo ven que  no van a poder seguir haciendo su trabajo, lo que los profesores quieren es poder atender a  sus alumnos, a nuestros hijos, a nuestro futuro, con unas mínimas condiciones, con una ínfima esperanza de que se puede hacer. Y poco a poco, las leyes y el p… dinero van haciendo esto cada vez más difícil, y hay que decir basta, hay que decir basta ya, ya no se puede tolerar más abuso, ya no podemos más. Necesitamos ayuda, del Estado, de la Conselleria, de la sociedad, de toda la gente, quien no es un chaval es sus padres, o sus abuelos. No son dos horas más, no somos nosotros, son ellos, el futuro, quien va a pagar un precio muy alto si no se detiene ya esta sarta de atrocidades y estupideces.

 

La realidad, es siempre mucho más complicada de lo que la tele dice, Aunque por desgracia en este país sigue imperando la máxima “palabra de tele, Amén”.


miércoles, 14 de septiembre de 2011

Las locuras de la casa de al lado

El diario de las locuras de la casa de al lado.

14/09/2011

La loca



 Después de tres días sin Carmen, volvemos a encontrarnos, podría decir que la echaba de menos, pero seria mentir como una bellaca.

Hoy el pianillo maldito ha empezado a sonar antes de la una y media. Será para recuperar el tiempo perdido. Digo yo.

 Aunque tengo la ligera sospecha de que el motivo de tanta prisa a sido una flauta dulce, la que a estrenado mi niño hoy en el cole, donde le han pedido que practique la nota “si”. Y como estaba emocionado con eso pues ha llegado y se ha puesto entusiastamente a practicar. No habrá estado ni diez minutos, pues tenemos que comer y esas cosas, pero aún les ha costado menos a los habitantes de la casa de al lado de poner el pianillo diabólico en marcha. Que la verdad yo pienso que si les ha molestado la flauta por diez minutos, el pianillo por toda la tarde les tienen que estar dando la monserga muchísimo  más, y más a ellos que a mí, porque si en mi casa se oye apagadamente, en la suya debe ser un escándalo, pues tenemos buenas paredes y buenos cristales. Como ya os comenté.

 Pero lo que más me preocupa no es eso, lo que me tiene aterrada hoy es que, además  de la música, hoy hay acompañamiento de voz, la habitante adulta de la casa de al lado, también está tarareando y cantando,  y se va a dejar la voz en ello intentando que yo la oiga bien, aunque ese es su problema; el mío y el de todos es que estamos en plena época de gota fría, y que el Júcar se desborde no es precisamente infrecuente.  ¡Por favor!, ¡Qué mal canta esa mujer! Debería haber alguna multa por cantar tan mal. U obligarla a tomar un seguro de responsabilidad civil, por si desencadena las lluvias torrenciales que puedan causar inundaciones.
 A la habitante de la casa de al lado, por lo que yo he podido averiguar, pero así, sin mucho esfuerzo, porque seria un esfuerzo inútil, le encantan dos cosas, la limpieza de su casa, y la música. Con ambas ella puede fastidiar al prójimo tan ricamente. Y eso es lo que hace, siempre que puede.

¿Como puede uno fastidiar al prójimo limpiando su casa? Parece una pregunta de  esas que salen en los cursos de autoayuda.  No es muy misterioso esto, de hecho es muy sencillo, aunque yo hasta que esta gente vino nunca lo había pensado.  Ella puede llegar a parecer una señora muy limpia, pues es cierto que limpia mucho, de  hecho es lo único que hace en la vida. Limpiar y fastidiar, y en días como este también cantar, pero después de limpiar les echa la mierda a los demás, o a la calle, que es de todos. Y eso es algo que yo no he hecho ni  haría jamás, ni se me hubiera ocurrido antes de las didácticas lecciones de los habitantes de la casa de al lado.

 Cuando teníamos una relación que incluía hablarnos, cosa que ya no tenemos, porque deciros una relación normal es mucho decir, eso nunca ha pasado,  Recuerdo que un día, sería por octubre o noviembre, esos meses que aquí en el Levante suele llover, volvía del cole con mi niño y la encontré con todo su cuerpo fuera de una ventana del primer piso limpiándose la persiana, en una posición de precario equilibrio, y realmente peligrosa pues todo estaba mojado, pues acababa de llover, me asusté por ella, y le dije  - Pero si va a llover, ve con cuidado- Porque el cielo ya no podía amenazar más, acababa de llover y nada presagiaba que no iba a volver a hacerlo, es más  parecía que la tormenta que se cerraba iba a ser terrible. Ella me miró y me contestó desde su peligrosa postura, - ¡AAAAYY, hija mía, no digas eso, por el amor de Dios!- Yo no dije nada, pero me quedé mirando al cielo, a modo de respuesta, queriendo decir  "no lo digo yo, es evidente” y ya no le volví a indicar nada sobre el tiempo y la limpieza. Por cierto aquella ventana no pudo terminarse de limpiar, pues, cerrando yo la puerta de mi casa cayó un chaparrón, que los charcos llegaron a subirse por el bordillo de las aceras.


 Aquel día empecé a sospechar que la habitante adulta de la casa de al lado no solo era una mujer especial, sino que debía tener problemas más serios.

 Por aquella época la habitante adulta de la casa de al lado tenía problemas con los vecinos de su otro lado. Que son unas personas muy agradables, más mayores que ella y por supuesto que yo, y que no hablan por no ofender. ¡Sí, ya sé lo que pensáis! ¿Cómo se puede tener problemas con unas personas así?  Pues no se puede, cuando hablamos de gente normal, pero volviendo al principio, ella no lo es, una persona normal no limpia las persianas cuando llueven torrentes y torrentes de agua. Una persona normal no pone un trocito de canción de un minuto o menos durante horas y horas. No, no es normal. Y por lo mismo tenía problemas con las personas más amables del vecindario.

 Nuestra protagonista, al habitante adulta de  la casa de al lado, que es un nombre muy largo, y lo voy a  abreviar por el apodo que se ha ganado entre el vecindario “La Loca”, friega su casa un montón de veces al día, y la acera, la de la calle, al menos tres veces todos los días. Pues, cada vez que fregaba, tenía que echarle el cubo de agua delante de las puertas de la casa de estos señores mayores, donde, en consecuencia, siempre estaba mojado, con lo cual al entrar el coche en la cochera se mojaban las ruedas y ensuciaban el  piso de la cochera.  El delito que cometieron estos señores fue ir a pedirle por favor que no lo hiciera, que echase el agua, como todos, en las rejillas que hay en la calle,  para este fin, entre otros. Su respuesta- ¡Yo tiraré el agua donde me de la gana, pues la calle no es tuya!-¡A mi nadie me tiene que decir como tengo que hacer las cosas!- A voz en grito, con muy malos modales, y acto seguido ya nunca volvió a dirigirles la palabra. Es más, no solo no dejó de tirar cubos de agua sucia con productos, sino que duplicó o triplicó el número de cubos, echó tantos cubos de agua de fregar que un día que llovió así con un poco de fuerza, de la calle empezó a salir espuma blanca, y parecía aquello la fiesta de la espuma. Me gustaría haber hecho una foto, porque si no fuera por lo dramático, seria para partirse de risa. Yo jamás había visto salir espuma blanca de una calle por efecto de la lluvia. Pero ya iréis viendo que yo era muy ignorante, y que las cosas extraordinarias no terminan todavía con esta.



 Después del incidente pastillero de “El Cojo”, del que pagamos el pato mi familia, ¿ahora ve tu y averigua el por qué?, los cubos fueron repartidos entre los señores de su otro lado y mi casa. Pero yo no soy tan buena gente y como lo que hacía está prohibido por la ordenanza municipal, mandé para su casa quien se lo hiciese saber, y el tema de los cubos cesó. Aún así, tanto la acera que pasa por delante de su casa, como la calle, al anochecer cambian de color, pues se humedecen más que las demás, e incluso de día, brilla más ese trozo de acera que el resto. ¡Si le ha sacado brillo al portland de los adoquines! ¡los ha pulido a fregonazos! Eso si, ahora ya no tenemos fiesta de la espuma. Menos mal.

 Ahora son las cuatro y cuarto de la tarde, y “Carmen” con su "toreador" sigue a lo suyo, no creáis que ha cesado, no. Y lo que le queda. Luego dicen que los juguetes de ahora se rompen enseguida. Pues este debe ser la excepción, por que con las palizas que le meten, y ahí esta, dale que te dale.
  La próxima entrega os cuento como fastidia la música, ahora tengo que seguir con mi vida, no puedo perder más tiempo con la de los habitantes de la casa de al lado. Sólo el que me roban de mis siestas, que es muy poco para todo lo que se podría contar.


lunes, 12 de septiembre de 2011

La fada veritat. Es un cuento que escribí para niños de cuatro años.



Pido disculpas por los posible fallos técnicos, pero soy novata aún en estas cosas.

El Diario de las locuras de la casa de al lado.

Diario de las locuras de la casa de al lado
12 de septiembre de 2011.
El principio.
 Hoy ya es día de Cole, laborable y ocupado, así pues no he estado al tanto de si ha  habido sesión de pianillo o no. Estaba ocupada en otras cosas más importantes. Pero ahora que tengo un poquito más de tiempo voy a seguir con el diario.
  Os voy a presentar a la habitante más molesta de todos, al habitante adulta de la casa de al lado. Hay tanto y tanto que podría contar que no sé ni como empezar. Pero voy a hacer un esfuerzo y comenzaré como todas las buenas historias por el principio, que como no podía ser de otra forma no empieza el día que la conocí, sino antes. Si no, seria muy normal.
 Ya os he contado que yo ya vivía en la casa cuando ella llegó, el primer contacto y noticia que tuve de que estaban instalados fueron sus gritos y discusiones, que se oían mucho, porque no había mucha más gente viviendo en los adosados y porque nadie más gritaba así. Era difícil no saber que había vida en la otra casa, una forma de vida extraña, pero vida al fin y al cabo. Y así supe de ellos.
 La primera vez que la vi, yo estaba limpiando las verjas que dan a la calle, no lo hago muy habitualmente pero ese día tenia un sarao en el garaje, así que las limpie porque estaban llenas de polvo, estaba con mi hijo, y  él me ayudaba, por eso yo solo usaba agua caliente sin productos químicos que le pudiesen dañar. Hacía calor, y el chiquillo chapoteaba en el balde de agua, con una bayeta, la verdad es que nos lo  estábamos pasando bien, medio trabajando y medio jugando.
 Al poco rato salió una mujer de la casa de al lado, con un bote de pintura y un pincel, y sin decir ni media palabra se puso a pintarse las puertas, las mismas que yo estaba limpiando solo con agua, pero de la casa de al lado.
 Yo me quedé perpleja, pues no la había visto antes, si oído, pero tanto su actitud como su actividad eran como decirlo, poco comunes.  Primero, no daba pie a que le pudiese decir nada, pues si miraba hacia ella se volvía como para que no le hablase, y segundo, si la casa solo tenia unos pocos meses, y las puertas estaban nueva, ¿porqué las estaba pintando? (ahí tenéis otro misterio a resolver) Podréis pensar que quizás no le gustase el color y quisiera cambiarlo, bueno contra gustos…pero no, no era el caso, pues las estaba pintando del mismo color rojo que tenían ya.
 Si estuve media hora, o veinte minutos o así, con las puertas, no conseguí dirigirle la palabra y mira que tenía ganas, pues así hubiese sabido por qué pintaba las puertas. ¡Pero chicos, no se dejó!. Así que no lo sé.
 Seguí aquel día con mi fiesta, y empecé a sospechar que la habitante  adulta de la casa de al lado era una mujer especial.
 Ya os he dicho que las casas eran nuevas, era verano y nos habían entregado las llaves  a finales de marzo, y suele pasar que se producen algunos desperfectos o te encuentras con cosillas que no están del todo bien, y entonces llamas a los promotores para que arreglen los fallitos que han  quedado. Yo misma llame unas pocas veces. Pero la habitante de la casa de al lado tenia todos los días a dos o tres trabajadores de la antigua obra arreglándole cosas. Yo pensaba que esa casa la habían hecho muy mal, lo cual era también raro, porque la mía la habían hecho muy bien. Pero ¿Cómo esa señora podía tener tantos problemas? ¿Y todos los días? Era otro misterio.
 Uno de los muchos trabajadores que iban a su casa, muchas veces, resultó ser uno de mis amigos, uno de los más antiguos que tengo. Y él fue mi primer contacto directo con la habitante adulta de la casa de al lado, precisamente. Una de las muchas veces que venia  a mi casa, por trabajo algunas y por amistad las más, me preguntó - ¿oye, que le has hecho a la mujer de la casa de al lado? – Y yo me quedé de piedra, porque ni siquiera la conocía, por no saber no sabía ni su nombre. _ ¿cómo dices?- le pregunté  con cara de asombro. _ Está enfadada contigo- Siguió diciéndome. – Para mi la situación era del todo surrealista, como podía una persona de la que no sabía ni su nombre y con la que jamás había hablado enfadarse conmigo. - ¿Por qué?- era la pregunta más lógica, la curiosidad era más fuerte que la indignación, pero no mucho más, no os creáis. – Ha dicho que eres una  “desaborida”- Aún no sé que quería decir con esa palabra, no me lo preguntéis. Solo sé que me mosqueé, por que una mujer que no conozco de nada se toma la libertad de hablar de mí, sin haber ni cruzado una palabra conmigo, a un amigo mío, y además para lanzar un insulto, creo.  Y así, mis queridos detectives, fue como empezó esta relación, que es tan original, que da para muchas más entregas.
Hasta la proxima.



Este es el trabajo presentado al concurso de narrativa de mi hijo.

El pollet perdut

 Hi havia una vegada en un bosc encantat, anomenat el Bosc de Krancs, una fada, un nanet i un arbre que parlava. A la fada li dien Fàbala, al naet Nodi i al arbre parlant Grefuman.


 Un dia estaven tots tres reunits en asamblea amb els animalets del Bosc de Krancs, perque hi havia surgit un greu problema, doncs totes les floretes del bosc estaven morint-se poc a poc, per culpa d’una inmensa tristeza, i ningú no sabia quina era la raó d’aquella tristor.


 Quan estaven tots callats, després d’haver parlat molt i sense haver trobat cap solució, escoltaren un soroll que venia de l’altre costat, del límit del bosc, i era un soroll molt trist. Era el soroll del plor d’un xiquet de set anys, anomenat Raül.


 Fábala era l’única criatura màgica que podia eixir del Bosc de Krancs. Però sols la podien vore els xiquets que encara els quedara alguna denteta de llet.


 Raül va aconseguir vore a Fàbala i es va quedar bocabadat, oblidant-se per un moment de plorar. I la fada Fàbala li va preguntar que li feia sentir-se tan trist.


 Raül li va dir que havia perdut un joguet que volia molt. Un peluix que era un pollet i li dien Pio-pio. Feia dos dies que el buscava i que es sentia trist. Just el temps que feia que havien començat les flors del Bosc de Krancs a morir.


 Fàbala , la fada, li va dir a Raül que li ajudaria a trobar el seu amic Pio-pio; però que deixara de plorar. Raül va fer-li cas, es  sentia un poc millor, ja que sa mare i son pare, com que treballaven moltes hores no li havien fet apenes cas; i ara tenia algú que li anava a ajudar.


 La fada tornà al bosc màgic on estaven tots encara en l’asamblea i va exposar el cas, i com els éssers del Bosc de Krancs eren màgics consultaren al rellotge del temps que va avant i enrere, al gran Tic-Tac. Ell els va dir que  Pio.pio, a qui buscava Raül, havia sigut deixat per la seua avia a la cistella de la roba bruta feia dos dies.


 Nodi el nanet i Grefuman, que podien entrar en els somnis dels xiquets li explicaren a Raül mentres dormia el que havia pasat.


 Raül es va posar molt content de trobar a Pio-pio, i el va tornar a deixar a la cistella perque estava molt brut.


 Les floretes del Bosc de Krancs tornaren a estar boniques, i lluïen més que mai, perque s’alimentaven de l’alegria de Raül. I Raül estava molt content.